Mascarilla, pérdida auditiva y audífonos… ¿Una difícil combinación?
Autor: Myriam González
Las mascarillas se han convertido en un elemento imprescindible de cara a protegerse contra el coronavirus. Sin embargo, para las personas con problemas auditivos suponen una barrera más en la comunicación. El hecho de que impidan leer los labios crea inseguridad en este colectivo y puede provocar su aislamiento social. Algunas soluciones a este problema añadido pasan por la confección de mascarillas transparentes o por el mayor aprovechamiento de la tecnología de última generación.
El uso de mascarillas es obligatorio actualmente en España en espacios públicos para los mayores de seis años si no se puede garantizar la distancia de seguridad de dos metros. Para la mayor parte de la población, que no acostumbra a utilizar mascarilla en su vida diaria, su uso continuado resulta ciertamente algo incómodo; produce irritaciones en la cara y barbilla por el roce persistente, daña la zona retroauricular por la presión de los elásticos (si estos son especialmente gruesos o tirantes) y genera permanentemente vaho en las gafas si no se coloca adecuadamente.
Con todo, hay una parte considerable de la población (alrededor del 5% de la población mundial, según la OMS) para la que el uso de mascarillas, tanto quirúrgicas como N95, FFP2 o FFP3 en sus diferentes modalidades, convierte la vida diaria en un desafío aún mayor.
Las personas con pérdida auditiva, incluso cuando esta es de grado moderado, se enfrentan a un reto importante cada vez que intentan escuchar y entender a una persona con mascarilla. Básicamente, hablar con la boca tapada tiene dos consecuencias ineludibles, que en menor medida pueden afectar también a personas con audición normal en lugares ruidosos. En primer lugar, es imposible recurrir a una herramienta elemental como es la lectura labial, que proporciona las «claves» para descifrar mensajes que llegan distorsionados o incompletos.
Los pacientes con pérdidas auditivas más severas suelen tener una habilidad extrema para leer los labios y son plenamente conscientes de su utilidad. En los casos en los que la pérdida auditiva es de menor grado, la lectura, no solo labial, sino de toda la expresión facial, se realiza de una forma menos consciente, hasta el punto de que en ocasiones estos pacientes utilizan expresiones como «entiendo mejor cuando hay buena luz», o «entiendo mejor los telediarios o los programas en español que las películas americanas dobladas», sin apercibirse de que realmente mirar a la persona que habla les resulta útil; de hecho, es muy probable que si se les pregunta si saben leer los labios contesten que no. En segundo lugar, la voz procedente de un hablante con mascarilla se percibe atenuada y distorsionada en cierta medida.
Esta circunstancia resulta obvia incluso para la población general. En las últimas semanas, por ejemplo, personas con audición normal refieren mayor dificultad para entender en ambientes ruidosos (mercado, reuniones familiares o de amigos) o a un compañero de trabajo equipado con mascarilla si habla desde cierta distancia, cuando estas situaciones no generaban ningún problema de inteligibilidad con anterioridad.
A este respecto, la revista Hearing Review publicó en el mes de mayo un interesante artículo sobre cómo degradan la percepción del habla los diferentes tipos de mascarillas. Aunque con anterioridad ya se había iniciado esta línea de investigación, los resultados de este estudio son especialmente reveladores. Alexander Goldin, Barbara Weinstein y Nimrod Shiman, argumentan que gran parte de las personas afectadas por COVID 19 presentan hipoacusia (dado que las personas de edad avanzada han resultado ser las más vulnerables) y se han encontrado solos, sin el apoyo de sus familiares y, en cierto modo, sin poder tener una comunicación «efectiva» con los profesionales sanitarios. El equipo de Alango Technologies, ubicado físicamente en Israel, registró muestras de voz con diferentes tipos de mascarilla en una cámara anecoica. Para ello, se utilizó un «Gras Head» (también llamado KEMAR o maniquí binaural), que proyectó ruido blanco a través de su boca artificial. Este ruido fue registrado y medido por un micrófono a dos metros de distancia.
Partiendo de los datos de su estudio, los investigadores concluyeron que solo las diferencias entre el registro de la voz del maniquí sin mascarilla y el registro con mascarilla (independientemente de su composición o grosor) eran importantes.
Era un resultado que inicialmente no esperaban, pero que se revelaba ciertamente «inquietante»; los datos mostraron que las mascarillas actuaban básicamente como filtros de paso-bajo, atenuando las frecuencias agudas del hablante (especialmente entre 2000 y 7000 Hz), con un nivel de atenuación de la intensidad, que oscilaba entre los 3 o 4 dB para las mascarillas quirúrgicas y los cerca de 12 dB para las mascarillas N95.
La importancia de la correcta percepción de las frecuencias agudas para la inteligibilidad de la palabra está fuera de toda duda; la conclusión más importante del estudio, en resumen, es que las mascarillas, sea cual sea su formato, degradan de forma significativa la calidad del habla, y este factor, unido a condiciones acústicas poco favorables (como las que pueden darse, por ejemplo, en una sala de urgencias de un hospital) y a la ausencia de «claves visuales» que permitan completar eficazmente la información auditiva, pueden hacer que la palabra hablada sea prácticamente ininteligible para la población con pérdida auditiva.
Numerosas instituciones y asociaciones relacionadas con la hipoacusia se han hecho eco de los resultados de este estudio y han publicado recomendaciones tanto para la población en general como para los profesionales sanitarios en particular, dirigidas a favorecer una comunicación más efectiva con personas afectadas por hipoacusia, a pesar de la mascarilla. Estas recomendaciones son conocidas por todos aquellos que diariamente trabajan en gabinetes auditivos, pero no lo son tanto para la población general. Se aconseja, por ejemplo, reducir todo lo posible el ruido ambiental, hablar despacio y alto, sin gritar, repetir las frases con otras palabras si no se entendieron, respetar los turnos de palabra, dirigirse a la persona siempre de frente y no hablar mientras se camina.
Verdaderamente, ahora que parece que las mascarillas han llegado para quedarse una temporada, estas recomendaciones cobran especial relevancia, e incluso, algunas instituciones relacionadas con la audiología emplean el término mask misery refiriéndose al hecho de que respetar la distancia social podría convertirse en aislamiento social y escasa estimulación cognitiva para pacientes de la tercera edad con hipoacusia.
Con objeto de minimizar los efectos nocivos de las mascarillas en lo relativo a la comunicación entre personas, han proliferado en las últimas semanas las iniciativas de fabricantes y particulares presentando prototipos (a veces caseros) de mascarillas transparentes. Desde las asociaciones de sordos y otras instituciones, se ha solicitado a las autoridades una clarificación pública acerca de la idoneidad de estos productos, en su gran mayoría no homologados, en términos de seguridad. En el mercado anglosajón, la FDA americana cuenta con una mascarilla homologada y anti vaho, The Communicator Surgical Mask, que se encuentra actualmente sin existencias por su alta demanda.
Se han comentado, hasta este momento, las dificultades de comunicación para una persona con hipoacusia en la era del coronavirus. Alguien ajeno o poco conocedor de este sector de la población y sus vicisitudes podría pensar que estas dificultades se restringen a las personas que tienen pérdida auditiva y no llevan audífonos, pero los que compartimos gran parte de nuestro tiempo con esta población sabemos que no es así; los usuarios de audífonos también necesitan guiarse de la expresión facial y de la lectura labial y esto es mucho más patente para ellos ahora que nunca.
Una buena parte de los usuarios ha sido realmente consciente durante estos últimos meses de las ventajas que aporta la expresión facial para la inteligibilidad y muchos de ellos han considerado tomar decisiones importantes para mejorar su calidad auditiva, tales como sustituir sus audífonos antiguos por unos de mejor tecnología o adquirir accesorios de conectividad.
Así mismo, se recomienda el uso de los llamados «salva orejas» o de cintas que puedan atarse en la parte posterior de la cabeza en lugar de goma elástica, para evitar la presión que interfiere con la colocación del audífono en la zona retroauricular e incluso deforma, en ocasiones, la cavidad intrauricular. Esto último puede generar un efecto no deseado en la sonoridad, e igualmente puede generar mayor holgura a la hora de colocar el componente intrauricular del audífono (molde o micromolde), con el consiguiente riesgo de pérdida.
Por último, las aportaciones de la tecnología, como se mencionaba brevemente en un apartado anterior, cobrarán previsiblemente especial significado en esta «nueva normalidad». Recursos como los micrófonos remotos, disponibles para la mayor parte de los audífonos de última generación, permitirán a muchos de los usuarios mejorar de forma significativa la relación señal-ruido, «acercándoles» la voz que les interesa por encima de la contaminación acústica de un entorno ruidoso, incluso aunque esa voz proceda de una boca oculta tras una mascarilla.
The Communicator Surgical Mask mascarilla con ventana transparente anti vaho homologada en el mercado anglosajón por la FDA.
Nuestra responsabilidad como audiólogos y especialistas en audición consiste, entre otras cosas, en proporcionar a nuestros pacientes todos los recursos disponibles para mejorar su calidad auditiva en estos tiempos de distanciamiento social, para que este no llegue nunca a convertirse en aislamiento; y esto alude no solo a los accesorios de conectividad o a la tecnología de los audífonos de última generación, sino también a una comunicación más cercana y eficaz, a una escucha «activa» y a optimizar nuestros recursos en lo que respecta a programaciones de los audífonos en remoto o consultas online (por ejemplo, a través de vídeollamada) para los pacientes más vulnerables.
Debemos erradicar la idea, ampliamente extendida, de que nuestros mayores no están en absoluto familiarizados con las nuevas tecnologías. Es importante resaltar que según los resultados de un estudio publicado por el INE el pasado año, el 63,6% de la población entre 65 y 74 años utiliza internet y nuevas tecnologías como smartphones y tabletas. Este porcentaje, para nada insignificante, con toda certeza se habrá incrementado ante las extraordinarias circunstancias a las que se ha visto sometida en los últimos tiempos la población mundial y obliga a reconsiderar, entre otras cosas, las opciones de atención y de asesoramiento a nuestros pacientes.
Las reflexiones expuestas hasta el momento cobran especial sentido atendiendo a una frase de Hellen Keller:
«Entre no ver y no oír sin ninguna duda es mucho peor no oír, pues no ver te incomunica con los objetos pero no oír te incomunica con las personas, y eso te convierte en un objeto».
Referencias
Goldin A, Weinstein BE, Shiman N. How do medical masks degrade speech Perception? Hearing Review, Mayo 2020.
MYRIAM GONZÁLEZ
AUDIÓLOGA Y AUDIOPROTESISTA
Licenciada en Pedagogía y Máster en Logopedia.
Especializada en Audiología Infantil y Evaluación de los trastornos del Procesamiento Auditivo Central.
Docente en el Máster de Audiología de la Universidad Europea Miguel de Cervantes.
Muy buen artículo y actual.. Personalmente sufrí la perdida de un audífono producto de la mascarilla. Lo busqué por todos los lugares donde había estado pues significo un mayor aislamiento de las personas con quienes tenia que obligadamente hablar o escuchar.,ya sea por mi hipoacusia,, mis 83 años , y no poder leer los labios…Espero poder ahora conectarme con el centro audiológico Phonak en Viña Del Mar donde siempre me he controlado muy bien..
Me pareció muy interesante el artículo y sobre todo que considera la necesidad urgente de que se siga buscando un tipo de mascarilla,( que necesariamente nos tiene aislados y es , indispensable en esta pandemia,)que nos permita leer los labios.
Muchas Gracias. Dra. Mónica Léniz Regord.,
Hola Mónica, nos alegra que te haya parecido interesante el tema del artículo. Gracias por leernos. ¡Mucha salud!