FAQ’s 17
Pie de foto de portada: Ilustración 3D de células del sistema inmunitario atacando elementos que consideran extraños. © Spectral-Design.
Por Dra. Antonia Angulo
Doctora en Medicina y Cirugía.
Especialista en Audiometría y Audioprótesis.
Extraído del Capítulo 5 «Patología Auditiva» del libro Audiología: Teoría y Práctica de Egea Ediciones.
Aún no se conoce claramente si existen factores que podrían justificar la asociación de afectación auditiva (sobre todo presbiacusia) con patologías de origen no otológico, o bien, si ambas suceden en paralelo, debido a cambios celulares y moleculares comunes a todas ellas.
Es posible encontrar en la clínica determinadas enfermedades o patologías generales relacionadas con pérdidas en la audición, las cuales podrían requerir una adaptación audioprotésica.
Se pueden destacar las enfermedades cardiovasculares y sus factores de riesgo, la diabetes mellitus, otras causas metabólicas como hiperlipoproteinemia, obesidad, déficit vitamínico, tabaquismo, etc. También se ha visto una asociación con la disfunción autoinmune y con el déficit cognitivo, en particular con la enfermedad de Alzheimer (FEC, 2011; Imarai y cols., 2013; Licea y Perera, 2003).
Enfermedades autoinmunes y manifestaciones otorrinolaringológicas
La enfermedad autoinmune sistémica (varios órganos afectados) o bien, órgano-específica (un órgano afectado), se presenta por una exacerbación del sistema inmune o de defensa, que reconoce como extrañas a las células sanas del propio cuerpo y las destruye. Algunas frecuentes son la artritis reumatoide y el lupus eritematoso sistémico, con cierto predominio en mujeres y tendencia familiar. Muchas de las enfermedades autoinmunes comparten síntomas que suelen ser inespecíficos por lo que pueden ser difíciles de diagnosticar.
Cuando se afecta solo el oído interno (1% del total de casos de trastornos auditivos o vértigos), puede iniciarse con hipoacusia neurosensorial bilateral simétrica o asimétrica (rara vez unilateral, que pasa a ser bilateral), rápidamente progresiva, o de tipo fluctuante (durante semanas o meses), o con acúfenos (25-50% de los casos), o con síntomas vestibulares (inestabilidad generalizada, ataxia, vértigo posicional y vértigo episódico en casi el 50% de los pacientes), lo que hace complejo su diagnóstico. El diagnóstico precoz permite conservar el órgano y su función. Suele tener un curso crónico (más rápido que una presbiacusia) con periódicas agudizaciones (más lentas que una hipoacusia súbita) que hacen sospechar una afectación inmune subyacente más generalizada (presente del 15% al 30% de los pacientes). El uso de corticoides y/o inmunosupresores reducen la acción del sistema inmune, dando buenos resultados, pero son tratamientos que requieren un exhaustivo control por sus efectos secundarios (Bovo y cols., 2013; Suárez y cols. 2007).
Entre las enfermedades autoinmunes (algunas clasificadas como «enfermedades raras») con manifestaciones otorrinolaringológicas como las mencionadas previamente, se encuentran la artritis reumatoide (disfonía por alteración en articulación cricoaritenoidea), enfermedad de Behçet (úlceras orales y genitales, uveítis), enfermedad o granulomatosis de Wegener o de Churg-Strauss (afectación de senos paranasales y otitis media crónica), esclerodermia (patología de la trompa de Eustaquio), lupus eritematoso sistémico (disfonía por «nódulos de bambú»), miastenia gravis (alteración en la musculatura laringofaríngea), policondritis recidivante (afectación de cartílagos del pabellón, laringe, tráquea), polimiositis (defectos en la deglución), sarcoidosis, síndrome antifosfolipídico, síndrome anticardiolipina, síndrome de Cogan (queratitis intersticial), síndrome de Goodpasture, síndrome de Sjögren (alteración en glándulas salivares), síndrome de Vogt-Koyanagi-Harada (uveítis por afectación de sus melanocitos), tiroiditis de Hashimoto, vasculitis diseminada, etc. (Bovo y cols., 2013).
Enfermedad de Alzheimer y discapacidad auditiva
En un amplio estudio epidemiológico llevado a cado en Australia, la pérdida auditiva aparece como un factor de riesgo de demencia independiente de otros factores de confusión, por lo que se sugiere que la sordera se asocia con un deterioro cognitivo superior en las personas mayores (Panza y cols., 2015; Tay y cols. 2006). Se propone que la asociación entre enfermedad de Alzheimer (EA) y deficiencia auditiva se debe a un deterioro de la vía auditiva central, especialmente si se observan en ella lesiones neuropatológicas típicas de la EA (ovillos neurofibrilares, placas neuríticas o placas seniles), las cuales no se encuentran en pacientes presbiacúsicos. También podrían estar implicados ciertos trastornos en las vías de asociación del lenguaje. Cuando con criterios exhaustivos se descartan problemas auditivos previos, la audiometría tonal liminar demuestra que los pacientes con EA tienen un patrón de mayor pérdida auditiva para las frecuencias agudas, con diferencias estadísticamente significativas, lo que sugiere la existencia de un patrón auditivo propio de los pacientes con dicha enfermedad. La audiometría tonal, probablemente sea una prueba que deba incorporarse a la rutina diagnóstica del paciente con sospecha de EA (Gimeno-Vilar y Cervera-Paz, 2010).
Dado el conocido efecto de envejecimiento poblacional, con un aumento de la incidencia de la discapacidad auditiva y de la EA, sería conveniente una mayor atención sociosanitaria y avances en investigación que aporten un profundo conocimiento de los efectos de la hipoacusia en los mayores, de los mecanismos intrínsecos de la plasticidad neuronal y de los posibles efectos terapéuticos de un tratamiento audioprotésico y rehabilitador adecuado.