
La opinión de… Rosa Albaladejo, directora clínica de Alain Afflelou Audiologo.
En los primeros años de vida, la audición es un aspecto fundamental en el desarrollo del cerebro del niño en múltiples áreas como son el lenguaje, la atención, la memoria, el razonamiento, el pensamiento, la imaginación, el reconocimiento, el equilibrio o el desarrollo social y emocional, entre otras funciones.
Para que este desarrollo se produzca de una manera adecuada, el cerebro necesita flujo de información. Al igual que una fruta necesita sol para crecer y madurar, nuestro cerebro si no recibe estímulo constante, sin interrupciones, durante los cuatro primeros años de vida, se quedará inmaduro y pequeño.
Cuando un niño en la primera etapa de su vida tiene otitis recurrentes y/o mocos, se produce una disminución de su audición; y esto aunque sólo sea unas cuantas veces al año, y de manera leve, hace que el cerebro no tenga suficiente “sol” para su correcta maduración.
¿Qué nos pasaría a nosotros como adultos si varias veces al año nos pasásemos una temporada debajo del agua? Nos hablarían y nos costaría entender lo que nos dicen, lo que nos generaría inseguridad y nos retraeríamos. O algunos por la necesidad de buscar el camino para salir de ahí, para buscar la salida, se moverían de un lado a otro, dando patrones de hiperactividad.
Seguramente tendríamos problemas para adquirir nuevo vocabulario, ya que las palabras las oiríamos distorsionadas. Además tendríamos problemas para seguir una conversación larga, para saber de dónde viene el sonido, para expresarnos o para orientarnos… Y si encima agitasen el agua y si hiciesen ruido, el caos sería mucho mayor. La dificultad de la situación nos haría agotarnos y darnos por vencidos; lo que se traduce en dejar de prestar atención y no sólo eso sino que además tendríamos problemas para respirar debajo del agua.
Pues así se siente un niño con mocos, con el agravante de que nosotros ya tenemos adquirido el lenguaje y muchos conocimientos y en cambio ellos tienen todo por aprender.
Pero es mejor pensar que es algo común, porque a gran parte de la población infantil le pasa lo mismo, que darse cuenta de la importancia del problema. Es mejor medicar a un niño porque se mueve constantemente o porque tiene rabietas en los centros comerciales que intentar llegar al fondo del problema; pues así tendremos niños drogados incapaces de pensar y adultos con cerebros verdes y pequeños.
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