El Sistema Auditivo I

20/12/2024 | Comparte:
Autor/a: Dra. Antonia Angulo

En el ser humano, al igual que en otros seres vivos, existen sistemas sensoriales (conjunto de receptores periféricos y conexiones nerviosas centrales) que hacen posible una relación con el mundo exterior y con el propio medio interno para garantizar su supervivencia.

Extraído del libro, Audiología: Teoría y Práctica. Capítulo 2. Anatomía funcional y fisiopatología de los sistemas auditivo, vestibular y fonador.


Diferentes estímulos (mecánicos, químicos, luminosos y de presión), que son percibidos por los respectivos receptores sensoriales específicos (auditivo, vestibular, visual, táctil, olfativo, gustativo, viscerales y músculo-tendinosos), son transformados (función de transducción) en mensajes nerviosos o impulsos eléctricos transmitidos por las neuronas.

Esta información se analiza, integra e interpreta de forma conjunta a nivel del sistema nervioso central, estableciéndose una estrecha relación entre todos los sistemas sensoriales. Dicha interrelación se inicia durante el desarrollo prenatal y continúa a lo largo de la vida postnatal, especialmente en los primeros años, por existir una mayor plasticidad nerviosa y gran facilidad para el aprendizaje. Cuando se producen deficiencias en alguno de los clásicos sentidos, el sistema nervioso trata de compensar o suplir la falta de información desarrollando mecanismos de adaptación aún poco conocidos. Cuanto antes se detecte y se trate el problema adecuadamente, los resultados de la rehabilitación tendrán más posibilidades de éxito, sobre todo en los casos de deficiencias en los órganos de los sentidos considerados principales para la comunicación humana, como son la visión y la audición (Haines, 2013; Marco y Matéu, 2003; Purves, 2015).

El sistema auditivo humano, en coordinación con el de fonación, hace posible el aprendizaje del lenguaje hablado.

Conceptos funcionales

El proceso fisiológico de la audición humana es realizado gracias a las estructuras anatómicas del sistema auditivo. Los sonidos producidos por fuentes sonoras del medio ambiente o del propio aparato fonador, son captados por el oído externo, transmitidos por el oído medio y percibidos por el oído interno del aparato auditivo periférico. Los estímulos nerviosos, generados tras la transformación de los estímulos sonoros, son analizados e interpretados de forma cognitiva y emocional por estructuras del sistema nervioso central (vías auditivas centrales y otras regiones encefálicas) hasta ser considerados como sensaciones sonoras conscientes, con un significado concreto condicionado por factores socioculturales aprendidos (Haines, 2013; Purves, 2015; Saldaña y Merchán, 1998).

Figura 1

Vista anterior de una sección en el plano frontal de la cabeza en imagen de resonancia magnética, con la localización relativa de las partes anatómicas del aparato auditivo periférico.

1Encéfalo: Lóbulo parietal5Pabellón auricular9Cóclea
2Lóbulo temporal6CAE10Aparato vestibular
3Troncoencéfalo7Tímpano11Trompa de Eustaquio
4Hueso temporal: Peñasco8Cavidad timpánica y huecesillos

Además, esas sensaciones sonoras pueden desencadenar una determinada respuesta, o bien, ser almacenadas en la memoria para que, en una nueva exposición a los mismos estímulos sonoros, puedan ser recordados y reconocidos. Si son sonidos correspondientes al habla, el ser humano es capaz de aprenderlos y reproducirlos mediante su sistema fonador con autocontrol motor, auditivo y visual. El sistema auditivo humano, en coordinación con el de fonación, hace posible el aprendizaje del lenguaje hablado, capacidad que le diferencia de otras especies animales y favorece la comunicación oral con sus semejantes. La comunicación también se consigue por otros medios en los que no interviene la audición ni la voz, como por ejemplo el lenguaje escrito, el lenguaje de signos, los gestos faciales y corporales, el tacto, la vista, etc. (Davis, 2010; Haines, 2013; Purves, 2015).

Conceptos filogenéticos

Como consecuencia de un origen filogenético común y un desarrollo evolutivo posterior de las diferentes especies animales, algunas partes de sus aparatos periféricos comparten regiones (como el laberinto del oído interno) en el interior de los huesos temporales del cráneo. Sin embargo, cada una tiene características anatómicas y funcionales distintas e independientes para realizar una percepción de estímulos específicos de la audición y del equilibrio (Purves, 2015; Williams, 1998).

Algunos animales, como los murciélagos y los delfines, utilizan la audición para guiarse por medio de una «visión sonora» o «localización por el eco».

Los sistemas sensoriales auditivo y vestibular se sitúan simétricamente en la cabeza. Cada uno está constituido por sus aparatos periféricos (derecho a izquierdo, con los órganos sensoriales y otras estructuras) y por un conjunto de células nerviosas conectadas entre sí, que forman las respectivas vías sensoriales centrales localizadas en ambos lados del encéfalo. Los órganos sensoriales de los dos sistemas tienen semejanzas funcionales y evolutivas con otros mecanorreceptores constituidos por células ciliadas que son estimuladas por desplazamientos de sus cilios. La función del equilibrio para mantener una postura ante el efecto de la fuerza de la gravedad es la más básica y primitiva en la escala filogenética de las especies animales. Más tarde se añaden especializaciones para la función auditiva en animales más evolucionados. Desde el simple estatocisto de la medusa y la línea lateral de los peces y de algunos anfibios (especializados para percibir movimientos transmitidos por los medios acuáticos), se evoluciona hacia una diferenciación, la lagena de las aves y la cóclea de los mamíferos, que perciben vibraciones sonoras transmitidas por medios aéreos en la superficie terrestre (Gil-Carcedo, 2011; Suárez y cols., 2007).

Para que fuera posible esta adaptación evolutiva, surgieron estructuras rudimentarias en ciertos anfibios y reptiles (tetrápodos) que equivalen a las del oído medio. Una membrana timpánica superficial conecta con unos huesecillos para transmitir las vibraciones aéreas a los líquidos del laberinto del oído interno. El primer esbozo de un conducto auditivo externo (CAE) y de relieves cutáneos con función de pabellón auricular aparecen en los reptiles cocodríleos y en las aves. Estas partes del oído externo varían en dimensiones y morfologías, según los diversos mamíferos, para mejorar la captación de sonidos procedentes de fuentes sonoras en el aire (Gil-Carcedo, 2011). Algunos animales, como los murciélagos y los delfines, utilizan la audición para guiarse por medio de una «visión sonora» o «localización por el eco». Al mismo tiempo que emiten sonidos, oyen dichas ondas sonoras reflejadas por cuerpos sólidos del medio ambiente. En casos de ceguera, algunos humanos son capaces de desarrollar esta habilidad y consiguen detectar por ecolocalización los obstáculos y cualquier objeto que esté a su alrededor (Kolarik y cols., 2014).

Conceptos anatómicos topográficos

Los huesos temporales derecho e izquierdo forman parte de la base y de las paredes laterales del cráneo. Dentro de su porción petrosa o peñasco, existen complicadas cavidades y conductos que forman el laberinto óseo del oído interno. Este contiene el líquido perilinfático (perilinfa) que rodea a un conjunto de sacos y tubos de paredes epiteliales denominado laberinto membranoso, el cual a su vez contiene el líquido endolinfático (endolinfa). En una posición anterior y medial (próxima a la línea media de la cabeza) se encuentra la cóclea o caracol, y en una posición posterior y lateral (o externa) está el aparato vestibular. Los límites óseos de la cavidad timpánica del oído medio, situada lateralmente al oído interno, también están labrados en el peñasco del temporal. Está ocupada por el aire que le llega a través de la trompa auditiva de Eustaquio, localizada ligeramente anterior e inferior respecto al oído medio, la cual comunica a cada lado con la cavidad nasofaríngea dispuesta en la línea media de la cabeza. En el oído medio se encuentran los huesecillos martillo, yunque y estribo, articulados entre sí y sostenidos por ligamentos y músculos, ver Figuras 1-4 (Drake y cols. 2015; Schünke y cols., 2015; Suárez y cols., 2007; Williams, 1998).

Figura 2

Vista superior de la cavidad craneal (izquierda) y de la sección transversal de la cabeza (derecha) a la altura del peñasco del hueso temporal.

1Sección altura del Peñasco
del hueso temporal
5Cavidad timpánica
y huesecillos
8CAE porción
cartilaginosa
2Cóclea6Trompa de Eustaquio9Troncoencéfalo
3Aparato vestibular7CAE, parte ósea10Cerebelo
4Orificio del CAI (izq.) paso del nervio estatoacústico VIII par11Lóbulo occipital cerebral

Para poder comprender por qué ciertas patologías de cabeza y cuello pueden causar complicaciones en algunas de las regiones del aparato auditivo o viceversa, es importante conocer cuáles son las estructuras anatómicas próximas con las que existen determinadas relaciones espaciales (Tabla 1, Figuras 1-4) (Poch, 2006; SEORL, 2011; Suárez y cols., 2007).

Embriología y malformaciones

El proceso del desarrollo y crecimiento corporal, en el que intervienen factores hereditarios, individuales y ambientales, es continuo, mensurable y predecible, con una progresión céfalo-caudal en el tronco, y próximo-distal en las extremidades. En condiciones normales, la velocidad del crecimiento es variable, siendo más rápido desde la fecundación hasta el primer año y también durante la adolescencia. Existen curvas de crecimiento diferenciadas para cada sistema orgánico ya que no evolucionan ni maduran al mismo tiempo. El sistema nervioso es bastante inmaduro al nacer, con actividad predominantemente refleja, pero crece y se desarrolla a gran velocidad en los primeros años de vida, para declinar en la etapa preescolar y estabilizarse hacia la pubertad. El aumento de la masa encefálica en los primeros años determina el crecimiento del cráneo. Así, en el primer año triplica su peso, con un aumento del perímetro craneano de 12 cm. En el recién nacido el peso del cerebro representa aproximadamente un 10% del peso corporal, en el adulto solo un 2%. La mielinización de fibras nerviosas es esencial para conducir correctamente los impulsos nerviosos. Esta se inicia hacia el cuarto mes fetal y se completa cerca de los 6 años de vida. Las últimas fibras en mielinizarse son las de centros superiores, corteza cerebral y tálamo. El tono muscular (evidencia de conexión entre sistema nervioso y muscular) está en el recién nacido aumentado, observándose una flexión generalizada. Esta hipertonía es máxima en el primer trimestre, para luego disminuir hasta alcanzar un grado máximo de hipotonía entre el primero y segundo año de edad.

Figura 3.

Vista lateral de los huesos de la cabeza y el cuello.

Porciones del hueso temporal del cráneoHuesos del cráneo
1Escamosa5Ala mayor del esfenoides
2Cigomática6Frontal
3Timpánica7Parietal
4Mastoidea8Occipital
Huesos de la caraHuesos del cuello
9Nasal14Hioides
10Cigomático15Vértebras cervicales
11Maxilar  
12Mandibular  
13Articulación temporomandibular  

Fases iniciales del desarrollo embrionario normal

El embrión unicelular o cigoto, con 23 pares de cromosomas, se forma tras la fecundación del óvulo por el espermatozoide, con la fusión de sus núcleos y recombinación del material genético haploide (23 cromosomas) de cada uno de los progenitores. Durante las 24 horas posteriores a la fecundación, en su recorrido por el interior de la trompa de Falopio desde la ampolla hacia la cavidad uterina, se produce la primera mitosis y el cigoto pasa a ser bicelular. Por sucesivas divisiones celulares surgen nuevas células madre que forman un agregado compacto, de progresivo mayor tamaño, llamado mórula. A los 5 ó 6 días de gestación ocurre la implantación en el endometrio de la mórula (de unas 20 células) en el endometrio, la cual se transforma en blastocisto por la aparición en su interior de un espacio relleno de líquido que dará lugar a la cavidad vitelina del embrión. A los 7 u 8 días, una agrupación de unas 30 células madre forman el macizo celular interno o embrioblasto situado a un lado del blastocisto. Por un continuo proceso de diferenciación y especialización (segunda semana de desarrollo), dichas células se disponen en 2 capas (hipoblasto y epiblasto) dando lugar a un disco embrionario bilaminar. Las restantes células de la pared del blastocisto forman el trofoblasto, del que derivará la placenta (Sadler, 2012).

A los 14 ó 15 días, el blastocisto se transforma en la gástrula por la aparición de las cavidades amniótica y celómica y del embrión trilaminar, con las 3 hojas embrionarias o capas blastodérmicas: ectodermo, mesodermo y endodermo. De ellas derivarán, tras progresivas especializaciones morfológicas y funcionales de sus células, los tejidos básicos (histogénesis) que forman todos los órganos (organogénesis) de los sistemas orgánicos del cuerpo: tejido epitelial, de soporte (conjuntivo o conectivo, adiposo, cartilaginoso y óseo) y muscular y nervioso, los cuales estarán presentes en algunas de las partes del sistema auditivo. Según el tipo de tejido originado o derivado de cada una de las 3 hojas embrionarias, su localización y evolución durante el desarrollo embrionario, se irán formando las diferentes estructuras definitivas del sistema auditivo y vestibular (Tablas 2 y 3). Una vez formadas las principales estructuras corporales durante el periodo embrionario humano (los dos primeros meses de gestación, equivalentes a 8 semanas cumplidas tras la fecundación), siguen creciendo y madurando durante el tiempo de desarrollo fetal, que abarca desde el inicio de la novena semana hasta el nacimiento, sobre la cuadragésima semana posfecundación (Sadler, 2012).

Figura 4

Vista frontal del aparato auditivo.

Oído externoOído interno
1Pabellón auricular10Cóclea
2Porción cartilaginosa del CAE11Sáculo
3Porción ósea del CAE12Utrículo
Oído medio13Conducto semicircular posterior
4Membrana timpánica14Conducto semicircular lateral
5Cavidad timpánica15Conducto semicircular superior
6Martillo16Ganglio del nervio vestibular
7Yunque17Nervio coclear o auditivo
8 Estribo 18Nervio vestibular (parte del nervio
estatoacústico VIII par craneal)
 9 Trompa de Eustaquio19Nervio facial VII par craneal
  20Cavidad craneal
  21Cavidad nasofaríngea
  22Apófisis estiloides
  23Apófisis mastoides
  24Hueso temporal: Peñasco
  25Conducto auditivo interno

Origen del oído interno y receptor auditivo

El desarrollo ontogénico de las distintas partes del sistema auditivo humano sigue un orden similar a su origen filogenético. Primero se identifican estructuras del oído interno y futuro sistema nervioso y luego, las del oído medio y externo, el cual incluso continúa su crecimiento en etapa postnatal. Todo esto ocurre entre la tercera y la décima semana de gestación, completándose su desarrollo hacia el octavo mes prenatal (Tabla 3).

El desarrollo ontogénico de las distintas partes del sistema auditivo humano sigue un orden similar a su origen filogenético.

Tabla 1

Relaciones espaciales de las partes del aparato auditivo con las estructuras anatómicas de la cabeza.

Embrión humano de 6 semanas.

Tabla 2

Origen embrionario de las estructuras del sistema auditivo y vestibular.

Tabla 3

Principales cambios morfológicos y funcionales del sistema auditivo durante el desarrollo embrionario y fetal.

Tabla 3 (continuación)

Principales cambios morfológicos y funcionales del sistema auditivo durante el desarrollo embrionario y fetal.

En la región dorsal del embrión humano, entre los 20 y 22 días después de la fecundación (1,5 mm de longitud), comienza el proceso de neurulación (formación de la placa, pliegues, surco, cresta y tubo neural) a partir de la diferenciación de células del ectodermo superficial (neuroectodermo), lo que dará lugar al sistema nervioso central: encéfalo y médula espinal. El tubo neural inicia su cierre en la zona dorsal media, a la altura de la cuarta a la sexta somita, continuando hacia los polos cefálico y caudal hasta quedar completamente separado de la superficie e inmerso en el mesodermo subyacente (Puelles, 1998; Williams, 1998). Al mismo tiempo, a ambos lados del tubo neural (a la altura del rombencéfalo) y también por diferenciación de células del ectodermo superficial, aparece la placoda ótica o auditiva, que por invaginación en el mesodermo, se transformará en fosa ótica y vesícula ótica u otocisto. De este derivan las estructuras epiteliales del oído interno (laberinto membranoso coclear y vestibular) y contiene líquido endolinfático proporcionado por vasos adyacentes (Tablas 2 y 3) (Sadler, 2012; Williams, 1998). 

En la morfogénesis del oído interno existe una especificación del destino celular para dar lugar a los distintos tipos de células propios de cada una de las regiones anatómicas.

En ciertas zonas del epitelio del laberinto membranoso empiezan a diferenciarse las células sensoriales de los órganos receptores vestibular y auditivo. Existe un proceso gradual que determina la inducción del inicio del desarrollo del oído (Noramly y Grainger, 2002). Durante este se expresan numerosos genes que codifican las moléculas responsables de múltiples mecanismos de señalización, así como sus respuestas, los cuales ya existen en las células mesodérmicas y ectodérmicas desde estadios embrionarios muy precoces (gástrula y placa neural).

Por ejemplo, la red de señalización molecular Pax-Six-Elya-Dach aparece en los primeros estadios de especificación del territorio de la placoda ótica (Barald y Kelley, 2004). Por otro lado, la muerte celular programada o apoptosis (autodestrucción celular fisiológica para una correcta morfogénesis, renovación y eliminación de células malignas) es decisiva para: la formación temprana del laberinto membranoso, la correcta diferenciación de las células ciliadas y las de soporte del órgano receptor, y la renovación fisiológica del epitelio sensorial. 

El conocer las señales intracelulares que son responsables de la inducción, crecimiento, supervivencia y diferenciación del oído interno de vertebrados contribuye a comprender algunas de las causas de las malformaciones auditivas y a seguir investigando en sus posibles terapias génicas, farmacológicas, etc. (Romand y Varela-Nieto, 2003). En la morfogénesis del oído interno existe una especificación del destino celular para dar lugar a los distintos tipos de células propios de cada una de las regiones anatómicas. A los 70 días del desarrollo humano, la cara anterior del conducto coclear empieza a dilatarse mostrando gran cantidad de mitosis. Esta proliferación celular se distribuye en dos zonas que hacen relieve, una externa y otra interna, quedando entre ellas un pequeño hundimiento llamado surco espiral. 

En la eminencia externa, a partir del tercer mes en el humano, se empiezan a diferenciar las células ciliadas entre las células del epitelio más superficial. Este proceso depende de la expresión del gen Atonal homolog 1 (ATOH1) que codifica el factor de transcripción Math1 (Almeida-Branco y cols., 2015). Al mismo tiempo, llegan a estas células recién transformadas las dendritas de las neuronas del ganglio de Corti. De la eminencia interna (de mayor tamaño, llamada órgano de Kölliker) se formará el limbo espiral interno, del que surge la membrana tectoria como prolongación fribrogelatinosa que sobrepasa el surco espiral hasta cubrir la eminencia externa (Angulo, 1987; Angulo y cols. 1990). En el quinto mes, por diferenciación celular y apoptosis, aparecen los pilares de Corti delimitando más tarde el espacio del túnel de Corti que separa las células ciliadas en una hilera interna y tres externas. El resto de células epiteliales del conducto coclear se diferencian en los distintos tipos de células de sostén del órgano de Corti (Romand y VarelaNieto, 2003).


Dra. Antonia Angulo
Profesora universitaria

CV Autor

Doctora en Medicina y Cirugía.
Especialista en Audiología y Audioprótesis.
Profesora Titular de Anatomía y Embriología Humana en la Universidad de Alicante.

Publicado en:
GA #59

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El reto de la audiología pediátrica: muchos roles y una sola misión

Han pasado más de 20 años desde que la CODEPEH (Comisión para la Detección Precoz de la Hipoacusia), instaurara en España el cribado auditivo universal en neonatos. Desde entonces se ha recorrido un largo camino, los protocolos de evaluación se han agilizado y mejorado y la detección y el diagnóstico de la hipoacusia en los primeros meses de vida es una realidad desde hace unos años. Las implicaciones en la Audiología de tan notables avances son innegables; los otorrinos infantiles, los fabricantes de audífonos y los especialistas dedicados tradicionalmente a la Audiología protésica pediátrica, han tenido que formarse y emplearse a fondo para poder responder con celeridad y precisión a esta nueva demanda de amplificación y estimulación auditiva a edades tan tempranas. Pero el trabajo en Audiología pediátrica va mucho más allá de la evaluación auditiva y la ulterior adaptación de audífonos. Jace Wolfe, especialista en Audiología pediátrica, escribe en un reciente artículo publicado en el blog de audiología del fabricante de audífonos Phonak, sobre los muchos «sombreros» que el audiólogo pediátrico debe llevar, con el objetivo de proporcionar el mejor asesoramiento posible a la familia y de optimizar los resultados de la estimulación. Aunque la evidencia de que la Audiología pediátrica tiene muchas caras existe desde que se publicaron los primeros «manuales» de Audiología en niños, allá por los años 70 (inevitable acordarse, por ejemplo, de la primera edición de Hearing in Children de Northern, en 1974), está claro que la detección precoz ha hecho que muchas familias entren por primera vez en el mundo de la pérdida auditiva con sus bebés de tres o cuatro meses, con la ilusión de la nueva vida ensombrecida por el reciente hallazgo y con una absoluta y total incertidumbre hacia el futuro. Como numerosos estudios concluyen, alrededor del 95% de los niños que nacen con hipoacusia son hijos de padres oyentes, que nunca tuvieron contacto alguno con niños con pérdida auditiva, y que quizá toda su relación con este mundo se reduce a algún abuelo o abuela que ha llevado audífonos en sus últimos años de vida. Alrededor del 95% de los niños que nacen con hipoacusia son hijos de padres oyentes, que nunca tuvieron contacto alguno con niños con pérdida auditiva. Así, uno de nuestros «sombreros» más importantes como audiólogos pediátricos consiste en ser «proveedores de esperanza», y brindar a las familias confianza, información y seguridad hacia el futuro. Hoy día todos los que trabajamos en audiología sabemos los excelentes resultados que los niños obtienen en todas las áreas de desarrollo y socialización en las que la audición se encuentra implicada (lenguaje comprensivo y expresivo, aprendizaje escolar, relaciones personales y familiares, etc.), cuando se brindan los instrumentos necesarios en el momento adecuado, tanto en lo referente a dispositivos de amplificación como a estimulación auditiva y rehabilitación. Ambos instrumentos son imprescindibles e inseparables; solo la conjunción de ambos permitirá alcanzar óptimos resultados y normalizar al máximo la vida de estos niños, equiparando su evolución a la de otros niños normoyentes de su edad lo antes posible. Tal y como menciona Wolfe en el blog, numerosos estudios ratifican esta afirmación. Hutchings y Hogan, en su estudio de 2018, evaluaron las tasas de progreso de un grupo de niños de preescolar con diferentes grados de hipoacusia, con y sin necesidades educativas especiales, después de aplicar un programa individualizado «Auditivo Verbal». Los niños desarrollaron el programa entre 2007 y 2017. Las conclusiones de este estudio mostraron que, en general, el 79% de los niños de esta cohorte alcanzaron puntuaciones de lenguaje hablado apropiadas para su edad. La edad de intervención es un factor determinante, ya que afecta directamente a la plasticidad neuronal y al desarrollo del sistema auditivo y sus diferentes conexiones. Los niños con necesidades educativas especiales, que representaban el 40% de la muestra, alcanzaron un desarrollo menor al de los niños con hipoacusia únicamente, si bien uno de cada dos de los niños con necesidades educativas especiales alcanzó un nivel de lenguaje acorde a su edad al final de su programa individualizado. Partiendo de los resultados de su estudio, los autores concluyeron que garantizar que las familias tengan acceso a una intervención temprana eficaz aumenta las posibilidades de que se adopte un enfoque de comunicación adecuado lo antes posible y de que un niño con necesidades educativas especiales adquiera la capacidad de escuchar y hablar a un ritmo acorde con su potencial. En lo relativo a la edad de implantación o adaptación protésica, las conclusiones son idénticas; la edad de intervención es un factor determinante, ya que la plasticidad neuronal y por tanto los efectos de la hipoacusia en el desarrollo del sistema auditivo y sus diferentes conexiones, cambian drásticamente con la edad, y las consecuencias de una intervención tardía pueden ser devastadoras. La Dra. Oshinaga-Itano, profesora de niños con hipoacusia, audióloga e investigadora, lleva los últimos veinte años estudiando la importancia de la detección e intervención precoz. Para ella, es absolutamente crítico que la intervención se realice en los primeros seis meses de vida, para que los niños con hipoacusia congénita puedan alcanzar los hitos del lenguaje al mismo tiempo que sus pares normoyentes. Señala también que existe un período sensible en el desarrollo de la comunicación que requiere acceso al desarrollo del lenguaje en etapas tempranas de la vida. Aunque son muchos los factores que pueden condicionar la edad de intervención, es evidente que el sistema sanitario español cada vez se acerca más a estos estándares de excelencia. Actualmente, con algunas diferencias determinadas principalmente por el área geográfica de nacimiento, la gran mayoría de los niños diagnosticados con hipoacusia congénita son equipados antes de los seis meses. El tiempo de intervención puede dilatarse algo más en el caso de niños con otras patologías asociadas, especialmente si se trata de patologías graves, o con hipoacusias moderadas o con importante componente transmisivo que pueden dificultar el diagnóstico. Idealmente, según algunos autores, habría que «correr» un poco más, de modo que los niños con hipoacusia deberían tener adaptados sus audífonos a los tres meses y los implantes cocleares (cuando se considere necesario), como máximo entre los 6 y 9 meses. Es crítico que la intervención se realice en los primeros seis meses de vida para que los niños con hipoacusia congénita puedan alcanzar los hitos del lenguaje al mismo tiempo que sus pares normoyentes. Dado que está sobradamente demostrada la importancia de actuar cuanto antes con todo, nuestro papel consiste también en abordar estos temas con determinación cuando hablamos con las familias, especialmente cuando nos encontramos en tiempo «límite». En este sentido, podría decirse también, en palabras de Wolfe, que somos «constructores de cerebros». No es lo mismo hoy que mañana y no es lo mismo una sesión de rehabilitación auditiva a la semana que dos, o tres. En palabras de Carol Flexer, doctora en Audiología norteamericana de extraordinaria trayectoria profesional (la primera persona a la que escuché decir en una conferencia que «oímos con el cerebro») y autora de varias publicaciones sobre Audiología pediátrica, la pérdida auditiva es una «emergencia para el neurodesarrollo». En este sentido, las investigaciones mencionadas en el blog señalan que: — Las áreas cerebrales encargadas del lenguaje hablado se desarrollan durante el primer año de vida. — Hacia el final del primer año, cuando falta la estimulación auditiva, se produce una importante reducción de las sinapsis en las áreas auditivas del cerebro. La privación auditiva durante el primer o segundo año puede provocar cambios irreparables en las redes del lenguaje hablado. — Si los adultos que cuidan a los niños hablan de forma clara e inteligible, se desarrollan redes neuronales que optimizan las habilidades de lenguaje expresivo y lectura. En esta primera etapa tan esencial para el desarrollo, sin llegar a la saturación, podría decirse que «más es mejor», sin perder de vista el bien llamado «aprendizaje incidental», tan importante en este período, que se produce en situaciones no estructuradas de aprendizaje. Las familias tienen que conocer las claves para generar en la vida diaria entornos en los que este aprendizaje incidental pueda producirse y aprovechar al máximo estas oportunidades espontáneas de adquisición de conocimiento. Es vital que transmitamos a las familias la conexión que existe entre estas experiencias auditivas tempranas y el desarrollo del cerebro. Dice Wolfe que otro de nuestros sombreros (¡qué gran responsabilidad!), es ser catalizadores de sueños. De la misma forma que los buenos profesores son catalizadores de conocimiento cuando generan en sus alumnos la curiosidad o el interés por aprender, los audiólogos pediátricos somos catalizadores de sueños (de los niños y de sus familias), cuando favorecemos las condiciones para que alcancen un adecuado desarrollo del lenguaje comprensivo y expresivo. Según los interesantísimos estudios de Moeller y Tomblin (2015), nuestra responsabilidad como catalizadores de sueños es mucho mayor de lo que pensamos. Basta con leer sus conclusiones: — Los niños con pérdida auditiva de leve a severa/profunda corren el riesgo de sufrir un desarrollo del lenguaje insuficiente y la probabilidad aumenta cuando la hipoacusia es mayor y no está convenientemente equipada. — La adaptación de audífonos correctamente programados reduce el riesgo y brinda cierto grado de protección contra el retraso del lenguaje. Una mayor audibilidad con audífonos se asocia con mejores resultados en el lenguaje en edad preescolar. — Una proporción sustancial (más de la mitad) de los audífonos de los niños no se ajustan de manera óptima, lo que afecta negativamente a la audibilidad asistida. — La adaptación precoz de audífonos facilita mejores resultados en las primeras adquisiciones lingüísticas, pero los niños adecuadamente adaptados más tarde, presentan patrones de crecimiento acelerado en el lenguaje cuando dicha adaptación se lleva a efecto. La adaptación de audífonos correctamente programados brinda cierto grado de protección contra el retraso del lenguaje en edad preescolar. — El uso continuado de audífonos proporciona cierta protección contra el retraso del lenguaje y favorece el desarrollo auditivo. — Las dimensiones cualitativas de la intervención de los especialistas (audiólogos y logopedas) influyen en los resultados del lenguaje del niño. — Tanto el nivel de lenguaje receptivo como la audibilidad asistida influyen en las habilidades funcionales auditivas y de reconocimiento del habla de los niños. — Los niños con dificultades auditivas parecen tener un riesgo particular de sufrir retrasos en los aspectos estructurales, es decir, formales, del lenguaje. — La valoración fundamentada exclusivamente en puntuaciones normativas puede sobrestimar (yo diría que también subestimar) los resultados de los niños con dificultades auditivas. — Según las conclusiones de este estudio, los ajustes y prestaciones de la audibilidad asistida, el uso regular de los audífonos y las características del entorno lingüístico interactúan para moderar la influencia de la pérdida auditiva en los resultados de los niños. Es, por tanto, nuestra responsabilidad estudiar con detenimiento cada caso de hipoacusia infantil, valorar la adaptación protésica más adecuada, tanto en capacidad de amplificación como en formato y prestaciones, y utilizar todos los recursos a nuestro alcance para proporcionar una amplificación óptima: evaluación auditiva exhaustiva, tonal y verbal, método prescriptivo apropiado, medidas de la amplificación en oído real o en caja, valoración funcional de la ayuda proporcionada, seguimiento de la adaptación, etc. En lo relativo a nuestro papel en la adaptación, Wolfe hace referencia al cuarto y último de nuestros «sombreros»: el de coaches o mentores. No podemos eludir la enorme responsabilidad que tenemos a la hora de instruir a las familias sobre el adecuado uso de los audífonos. Son importantes las cuestiones prácticas de manejo y colocación, de limpieza, de cambio de pilas o recarga de baterías. También es conveniente orientarles sobre las ayudas técnicas de las que pueden disponer y que consideramos adecuadas en cada caso, así como de los procedimientos para acceder a ellas. Las familias tienen que conocer las claves para generar en la vida diaria entornos en los que el aprendizaje incidental pueda producirse y aprovechar al máximo estas oportunidades. Pero cuando Wolfe habla de mentores y coaches se refiere principalmente al compromiso de inculcar a los padres la absoluta necesidad de usar los audífonos de forma continuada y de generar, como hemos visto anteriormente, situaciones facilitadoras de aprendizaje. Señala la trascendencia de que los familiares hablen, canten, lean cuentos y jueguen con los niños desde el primer minuto, de que narren -como si fueran los comentaristas de un partido- las actividades cotidianas que realizan con ellos. Según sus propias palabras, el lenguaje hablado es el «nutriente» que mejor alimenta el desarrollo del cerebro, y hablar, cantar, leer y jugar son las mejores maneras de desarrollar los cerebros de los pequeños. Los audiólogos pediátricos somos catalizadores de sueños cuando favorecemos las condiciones para que estos niños alcancen un adecuado desarrollo del lenguaje comprensivo y expresivo. Una vez revisados todos estos aspectos, a nadie se le escapa que ser audiólogo pediátrico es una tarea compleja; no hay que tenerle miedo, pero hay que formarse bien y, a la vista de lo expuesto anteriormente, ser muy conscientes de lo que tenemos entre manos. Nuestros «sombreros» no solo son importantes para garantizar el desarrollo auditivo de los niños, sino también para abrirles las puertas a un futuro lleno de posibilidades, comunicación y calidad de vida. Este artículo es una adaptación personal de: https://audiologyblog.phonakpro.com/the-many-hats-pediatric-audiologists-must-wear/ Para saber más: Burigo, L. S. P., Quialheiro, A., de Paiva, K. M., dos Santos, T. V., Woide, L. K., Cigana, L. B., Massignani, J., & Haas, P. (2024). Hearing and Language Skills in Children Using Hearing Aids: Experimental Intervention Study. Journal of Personalized Medicine, 14(4), 372. https://doi.org/10.3390/jpm14040372 Moeller, M. P., Tomblin, J. B., & OCHL Collaboration (2015). Epilogue: Conclusions and Implications for Research and Practice. Ear and hearing, 36 Suppl 1(0 1), 92S–8S. https://doi.org/10.1097/AUD.0000000000000214. Sahli, a. s. (2024). Cochlear implantation in children with hearingloss. Current Research in Medicine and Health Sciences-2024, 57. Werker, J. F., & Hensch, T. K. (2015). Critical periods in speech perception: New directions. Annual Review of Psychology, 66, 173–196. https://doi.org/10.1146/annurev-psych-010814-015104 Yoshinaga-Itano C. (2003). From Screening to Early Identification and Intervention: DiscoveringPredictors to Successful Outcomes for ChildrenWith Significant Hearing Loss. Journal of deafstudies and deafeducation, 8(1), 11–30. https://doi.org/10.1093/deafed/8.1.11 Myriam GonzálezAudióloga / Audioprotesista CV autor: Licenciada en Pedagogía y Máster de Logopedia. Técnico Superior en Audiología Protésica.   Especializada en Audiología Infantil y Evaluación de los trastornos del PAC en RV Alfa Centros Auditivos.  

Pérdidas auditivas con «rollover»; cómo mejorar la adaptación en el gabinete

Las pérdidas auditivas asociadas a audiogramas verbales con el fenómeno «rollover» representan un desafío complejo en el ámbito de la Audiología. A diferencia de las pérdidas auditivas con audiogramas verbales comunes, los protocolos de adaptación convencional de audífonos no siempre son eficaces, ya que la respuesta auditiva del paciente no sigue los mismos principios que en otros tipos de pérdida. En 1946, Carhart[1] publicó uno de los primeros artículos que abordó la relevancia de la audiometría verbal en el proceso de selección y adaptación de audífonos, resaltando la necesidad de este estudio para conocer las consecuencias funcionales de la hipoacusia. Mejorar el acceso de una persona a los sonidos del habla es el principal objetivo para utilizar audífonos, por lo que comprender cómo discrimina el paciente antes de proporcionarle amplificación, es fundamental. Esta evaluación permite a los audiólogos realizar una mejor selección y ajuste de los dispositivos auditivos, lo que optimiza la rehabilitación auditiva y facilita la adaptación del paciente a su nueva realidad sonora. Las consecuencias derivadas del fenómeno «rollover» en la adaptación de audífonos son múltiples y pueden impactar considerablemente en la experiencia del usuario. Este artículo propone medidas para manejar las pérdidas auditivas con «rollover», con el fin de conseguir mejorar la adaptación de audífonos y optimizar los resultados de la rehabilitación auditiva. El fenómeno conocido como «rollover» en Audiología ocurre cuando en la audiometría verbal, la capacidad para entender las palabras disminuye a medida que aumenta el volumen del sonido (Bess et al, 1977). Este fenómeno suele estar relacionado con lesiones retrococleares (Katz[2] et al, 2017). En estos casos, se observa que, después de alcanzar el nivel máximo de discriminación, el porcentaje de palabras correctamente identificadas comienza a disminuir a medida que aumenta la intensidad de la señal presentada. En situaciones ruidosas, el paciente puede experimentar fatiga auditiva con el uso del dispositivo y la calidad del sonido puede verse afectada con distorsión e incomodidad. Las consecuencias derivadas del fenómeno «rollover» en la adaptación de audífonos son múltiples y pueden impactar considerablemente en la experiencia del usuario, ya que la comprensión del habla no alcanza el 100% ni siquiera en ambientes silenciosos. Dependiendo de la programación, la amplificación puede empeorar la comprensión a altas intensidades. Especialmente en situaciones ruidosas, el paciente puede experimentar fatiga auditiva con el uso del dispositivo y la calidad del sonido puede verse afectada, con distorsión, incomodidad y sensación de reverberación de los sonidos exteriores y de su propia voz, aun cuando se presentan a intensidades poco elevadas, si no se realizan los ajustes precisos. Como consecuencia, los usuarios pueden percibir una disminución en la satisfacción con el rendimiento de los audífonos, lo que como ya es sabido, puede conllevar visitas recurrentes para ajustes, frustración y, eventualmente, el abandono del uso del dispositivo, lo que repercute negativamente en la rehabilitación auditiva del paciente y en su calidad de vida. Katz describe la hipoacusia retrococlear como una pérdida auditiva que tiene su origen más allá de la cóclea, específicamente en las vías auditivas centrales, tales como el nervio auditivo o el tronco encefálico. Esta afección se asocia frecuentemente con patologías que afectan a la conducción de las señales nerviosas provenientes del oído hacia el cerebro. Las características más comunes de este tipo de hipoacusia son, dificultad de discriminación (incluso en ambientes tranquilos) que no correlacionan con los umbrales tonales, pérdida auditiva unilateral o pérdida auditiva asimétrica, acúfeno persistente y problemas de equilibrio o vértigo. Entre las causas más habituales que dan lugar a este tipo de pérdida auditiva encontramos la neurinoma del acústico, anomalías vasculares, esclerosis múltiple, lesiones del tronco encefálico causadas por accidentes cerebrovasculares o infecciones, traumatismos, enfermedades neurodegenerativas o condiciones genéticas, como la neurofibromatosis tipo II asociadas a la aparición de Schwannomas (Prathap[3], 2023). El diagnóstico de este tipo de hipoacusia es realizado por el ORL aplicando el principio de verificación cruzada (utilización de múltiples métodos y pruebas para validar un diagnóstico) y se realiza a través de pruebas de imagen (RM), estudio electrofisiológico (OAEs, PEATC), audiometría e impedanciometría, examen neurológico e incluso, en ocasiones, punción lumbar. Sin embargo, no es infrecuente que acudan a los centros audiológicos pacientes que fueron diagnosticados mucho tiempo atrás y no recuerdan la información con exactitud, o simplemente no aportan el informe del ORL y describen el diagnóstico de forma imprecisa. En estos casos, los audiólogos podemos encontrar en nuestra evaluación signos de sospecha de patología retrococlear. Durante la anamnesis es importante detectar como indicio la concurrencia de los síntomas típicos de hipoacusia retrococlear mencionados. Además, el audiólogo puede encontrar pistas al realizar otras pruebas que ayuden a confirmar la sospecha, y al mismo tiempo, obtener información valiosa para la adaptación de audífonos en estos pacientes. Fig. 2Prueba de fatiga de reflejo negativa. El reflejo no decae tras 10 segundos de presentación del estímulo. © Imagen: interacoustics.com Las características más comunes de la hipoacusia retrococlear son dificultad de discriminación, pérdida auditiva unilateral o asimétrica, acúfeno persistente y problemas de equilibrio o vértigo. El reflejo estapedial es una contracción del músculo estapedio en respuesta a un estímulo sonoro fuerte. Los umbrales de aparición del reflejo se encuentran ente 70-90 dB por encima de los umbrales por vía aérea (Metz, 1952). Se mide en frecuencias de 500, 1000, 2000 y 4000 Hz, (si bien es común encontrar la ausencia del reflejo en esta frecuencia en umbrales normales). Su ausencia o alteración puede indicar problemas en el oído medio, cóclea o vías nerviosas. En la hipoacusia coclear, los reflejos estapediales pueden activarse a niveles más bajos de estimulación debido al reclutamiento, mientras que en la hipoacusia retrococlear, los reflejos suelen estar elevados o ausentes, incluso en oídos con audición normal o pérdidas leve (Katz, 2015). En el caso de presencia de reflejos, la sospecha puede ser confirmada mediante otra prueba de rápida y fácil realización con el impedanciómetro: la prueba de fatiga del reflejo estapedial o «Tone Decay». La prueba evalúa la capacidad del reflejo estapedial para mantenerse en presencia de un estímulo sonoro continuo. El objetivo de esta prueba es observar si el reflejo estapedial se mantiene o disminuye a lo largo del tiempo, cuando se aplica un estímulo sonoro continuo 10 dB por encima del umbral en que apareció el reflejo, durante 10 segundos (usualmente 500 Hz o 1000 Hz). Si la respuesta del reflejo disminuye a la mitad de su magnitud original durante los 10 segundos de estimulación, el test se considera positivo para fatiga del reflejo estapedial lo que indica la presencia de una patología retrococlear. Fig. 3Prueba de fatiga de reflejo positiva. El reflejo decae más del 50% tras 10 segundos de presentación del estímulo. © Imagen: interacoustics.com Sin embargo, como se ha explicado unas líneas más arriba, la ausencia de reflejo es una característica de las hipoacusias retrococleares, por lo que de nuevo nuestro tema original, comportamiento «rollover» de la audiometría verbal, será uno de los indicadores de patología retrococlear más claros para el audiólogo. El audiólogo debe estructurar su intervención considerando la gestión de expectativas por parte del paciente. Antes se han descrito algunos de los problemas que encuentran los audiólogos cuando realizan la adaptación de este tipo de perfil audiométrico. Los algoritmos convencionales utilizados para el cálculo de ganancia en las medidas REM suelen generar disconfort cuando se activan los audífonos en hipoacusias de este perfil. Por otro lado, existen escasas publicaciones con recomendaciones específicas para afrontar el desafío que supone este tipo de adaptación. Ferechozkwoski[4] et al. (2024), han estudiado diferentes configuraciones de compresión en audífonos y su efecto en la adaptación de pacientes con audiometrías verbales con presencia de «rollover». Su estudio concluyó que los mejores resultados para prevenir el fenómeno «rollover» en niveles de habla superiores al nivel conversacional normal (punto a partir del cual la discriminación desciende), se obtenían al aplicar compresión con amplitud alta (CR 5:1) y tiempos de ataque y recuperación largos (Sweet-Spot Slow). En niveles de entrada suaves y normales, los resultados de aplicar esta estrategia frente a otras, no mostraban ventajas, de manera que proponían una opción híbrida de aplicación de estrategias convencionales (NAL-NL.2) en niveles suaves y medios y Sweet-Spot Slow en niveles de entrada superiores. No obstante, es recomendable la lectura del artículo mencionado para una comprensión integral de este criterio, el cual debe ser considerado, en cualquier circunstancia, como una propuesta. Asimismo, al igual que con todos los cambios implementados en la programación de estos pacientes, es fundamental verificar. Será necesario proporcionar de forma controlada y progresiva la ganancia, entendiendo que es probable que finalmente la ganancia proporcionada quede por debajo de la prescrita por los métodos convencionales. Herramientas como COX nos ayudarán a identificar el efecto de los cambios realizados en la programación, en el confort y en la discriminación. En el caso de hipoacusias asimétricas en las que uno de los oídos presente mejor discriminación que otro, se sugiere proponer al paciente el uso del control de volumen o aplicaciones móviles para que, en situaciones complejas o en presencia de entradas altas en las que el oído con «rollover» no ayude o interfiera, se limite o anule la señal por dicho oído. Esta misma herramienta se propondrá si el paciente detecta fatiga por el uso de la amplificación, proponiéndole reducciones de volumen en los momentos que no sea imprescindible. Sin embargo, la efectividad de estas medidas, pueden ser limitadas si las vías neuronales están significativamente comprometidas. No existe una fórmula mágica que pueda cambiar una condición inicialmente desfavorable. Por consiguiente, cuando el especialista (ORL) recomienda la adaptación de audífonos, el audiólogo debe estructurar su intervención considerando desde el principio otros aspectos. En el caso de hipoacusias asimétricas en las que uno de los oídos presente mejor discriminación que otro, se sugiere proponer al paciente el uso del control de volumen o de aplicaciones móviles. En primer lugar, es muy importante la gestión de expectativas. Se sugiere proporcionar al paciente la información necesaria para que comprenda las limitaciones de su hipoacusia, destacando que la simple adaptación de audífonos no constituirá la única intervención propuesta. Es importante explicar la importancia de realizar entrenamiento auditivo como parte de un programa de rehabilitación auditiva, fundamental para facilitar la adaptación del paciente a su pérdida auditiva. Además, es recomendable informar inicialmente sobre la necesidad de complementar la adaptación de audífonos con otros dispositivos de asistencia auditiva, tales como los sistemas FM y accesorios de conectividad, que mejorarán su participación en las actividades diarias. Será conveniente desarrollar estrategias de comunicación efectivas en su entorno por lo que se recomienda incluir a los familiares en el proceso. Advertencias antes de comenzar a hablar, favorecer la lectura labial y realizar los ajustes necesarios en el hogar como colocar avisos visuales de timbres y alarmas, pueden mejorar la comodidad y la seguridad del paciente, ayudándole a mantener su independencia. Para las personas con hipoacusia retrococlear, las interacciones sociales pueden ser difíciles, pero este tipo de relación es vital para el bienestar emocional, por lo que los expertos proponen que se promueva una comunicación abierta con amigos y familiares sobre la condición. Los encuentros sociales podrán requerir planificación, como elegir lugares más tranquilos para seguir disfrutando de una vida social activa. La implicación activa de familiares y amigos resulta fundamental para crear un ambiente de empatía y apoyo que favorezca la adaptación del paciente a sus requerimientos de comunicación. Por último, al igual que en otras patologías auditivas, en algunos casos la pérdida auditiva retrococlear puede afectar al bienestar emocional, causando aislamiento, frustración y desánimo. No podemos dejar de lado en estos casos la necesidad de recomendar el trabajo con especialistas que les ayuden a abordar las dificultades psicológicas que puedan producirse. En conclusión, es imprescindible que el audiólogo sea capaz de identificar de manera temprana la presencia de una hipoacusia retrococlear con evidencia de «rollover», ya que el enfoque de toda su intervención estará determinado por esta condición. Para las personas con hipoacusia retrococlear, las interacciones sociales pueden ser difíciles y la implicación activa de familiares y amigos es fundamental. [1]              . Carhart, R. (1946). Tests for selection of hearing aids. The Laryngoscope, 56(12), 607-616. https://doi.org/10.1288/00005537-194612000-00004 [2]              . Katz, J. (Ed.). (2015). Handbook of clinical audiology (7th ed.). Wolters Kluwer. [3]              . Prathap, U. (2023). Retrocochlear disorders: Understanding the causes and diagnostic approaches. Journal of Communication Disorders, Deaf Studies & Hearing Aids, 11(4). [4]              . Fereczkowski, M. Sánchez-López, RH. Christiansen, S. Neher, T. Amplitude Compression for Preventing Rollover at Above-Conversational Speech Levels. Trends in Hearing. 2024;28. doi:10.1177/23312165231224597. Sonia BajoAudióloga / Audioprotesista CV Autor Técnico Superior en Audiología Protésica.Diplomada en Logopedia.Habilitación Tinnitus & Hyperacusis Therapy MC.Experta en Acúfenos e Hiperacusia, tratamiento TRT, en RV Alfa Centros Auditivos.Docente en el Máster de Audiología. Universidad Europea Miguel de Cervantes.

Sordera Súbita

¿Qué es la sordera súbita? La pérdida súbita de audición neurosensorial (oído interno), comúnmente conocida como sordera súbita, se produce como una pérdida rápida e inexplicable de la audición, ya sea de pronto o en el transcurso de varios días. Ocurre porque algo no funciona en los órganos sensoriales del oído interno y, normalmente, afecta a un solo oído. Las personas con sordera súbita a menudo descubren que han perdido la audición al despertarse por la mañana. Algunos pacientes se dan cuenta cuando intentan usar el oído en el que han perdido la audición, por ejemplo, al ir a hablar por teléfono. Otros, notan un sonido explosivo y fuerte, como un «pop», justo antes de perder la audición. Las personas con este trastorno también pueden manifestar algunos otros síntomas como sensación de plenitud en el oído, mareos o un timbre o zumbido en los oídos, como un tinnitus. A veces, los pacientes con sordera súbita no consultan al médico enseguida porque piensan que su pérdida de audición se debe a alergias, sinusitis, cera que tapa el conducto auditivo u otros problemas médicos comunes. Sin embargo, los síntomas de sordera súbita se deben considerar como una emergencia médica y se debe consultar con el otorrino de inmediato. Aunque aproximadamente la mitad de las personas con sordera súbita recuperan parte o toda su audición espontáneamente, por lo general en el transcurso de una a dos semanas desde el inicio de los síntomas, retrasar el diagnóstico y el tratamiento (cuando esté justificado) puede disminuir la eficacia de este. Por el contrario, recibir el tratamiento adecuado en tiempo y forma aumenta en gran medida la posibilidad de que se recupere al menos parte de la audición. Los expertos calculan que, cada año, la sordera súbita afecta a entre una y seis personas de cada 5000. Sin embargo, la cantidad real de nuevos casos anuales podría ser mucho mayor, ya que este trastorno, a menudo, no se llega a diagnosticar. La sordera súbita le puede ocurrir a personas de cualquier edad, pero con mayor frecuencia afecta a adultos de entre 45 a 55 años. ¿Qué causa la sordera súbita? Son varios los trastornos que afectan al oído y pueden causar sordera súbita, pero solo alrededor del 10% de las personas diagnosticadas presentan una causa identificable. Algunos de estos trastornos son: — infecciones. — trauma en la cabeza. — enfermedades autoinmunes. — exposición a ciertos medicamentos para tratar el cáncer o infecciones graves. — problemas de circulación de la sangre. — trastornos neurológicos, como la esclerosis múltiple. — trastornos del oído interno, como la enfermedad de Ménière. Los expertos calculan que, cada año, la sordera súbita afecta a entre una y seis personas de cada 5000 pero la cantidad real de nuevos casos podría ser mayor porque, a menudo, no se llega a diagnosticar. La mayoría de estas causas vienen junto con otros problemas médicos o síntomas que llevan al diagnóstico correcto. Otro factor que se debe considerar es si la pérdida de audición ocurre en uno o ambos oídos. Por ejemplo, los tumores en el nervio auditivo deben descartarse como la causa si la sordera súbita ocurre solo en un oído. En cambio, una enfermedad autoinmune puede causar sordera súbita en uno o ambos oídos. ¿Cómo se diagnostica la sordera súbita? Si nuestro paciente tiene síntomas de sordera súbita, debemos descartar una pérdida de audición conductiva, la pérdida de audición debida a una obstrucción en el oído por líquido o cera, previa consulta con el otorrinolaringólogo. Si al examinarle su médico no detecta una causa obvia e identificable para la sordera súbita, se deberá hacer una audiometría de tonos puros en el transcurso de unos días desde el inicio de los síntomas para identificar cualquier pérdida de audición neurosensorial. Una señal clara de sordera súbita sería que nuestro paciente presentara una pérdida de al menos 30 decibelios en tres frecuencias consecutivas en menos de 72 horas. Una disminución de este tipo en la audición puede hacer que una conversación suene como un susurro. Los pacientes podrían tener cambios más sutiles y repentinos en su audición, y su diagnóstico requeriría otras pruebas para tratar de determinar la causa subyacente. Estas pueden incluir análisis de sangre, pruebas de imágenes (por lo general, una resonancia magnética) y pruebas de equilibrio. ¿Cómo se trata la sordera súbita? El tratamiento más común para la sordera súbita son los corticoesteroides, sobre todo cuando no se conoce la causa. Los esteroides se usan para tratar varios problemas médicos y su función es reducir la inflamación y la hinchazón, y ayudar al cuerpo a combatir enfermedades. Anteriormente, los esteroides se recetaban en forma de pastillas. En 2011, un ensayo clínico financiado por el Instituto Nacional de la Sordera y Otros Trastornos de la Comunicación (NIDCD) demostró que las inyecciones intratimpánicas de esteroides (a través del tímpano) eran tan eficaces como los esteroides orales. Después de este estudio, los médicos comenzaron a recetar inyecciones intratimpánicas de esteroides directas en el oído medio, de donde el medicamento pasa al oído interno. Las inyecciones se pueden poner en los consultorios otorrinolaringólogos y son una buena opción para las personas que no pueden tomar esteroides orales o que quieren evitar sus efectos secundarios. Si la pérdida de audición es grave, no responde al tratamiento y ocurre en ambos oídos, se le puede recomendar el uso audífonos o incluso, que valore los implantes cocleares. Los esteroides deben comenzar a usarse tan pronto como sea posible para obtener el mejor beneficio, e incluso, puede que se recomienden antes de obtener los resultados de todas las pruebas. Si el tratamiento se retrasa de dos a cuatro semanas, las probabilidades de revertir o disminuir la pérdida de audición permanente disminuye. Si a nuestro paciente se le detecta una causa subyacente de la sordera súbita, es posible que necesite tratamientos adicionales, por ejemplo, si fue causada por una infección el tratamiento pasaría por tomar antibióticos; si fuera el resultado de los efectos secundarios de un medicamento tóxico para el oído habría que revertirla con otro medicamento; si la causa es una enfermedad autoinmune que hace que el sistema inmunitario ataque al oído interno, quizá haya que tomar medicamentos para suprimir el sistema inmunitario. Si la pérdida de audición es grave, no responde al tratamiento y ocurre en ambos oídos, se le puede recomendar el uso audífonos (para amplificar el sonido) o incluso, que valore los implantes cocleares (para estimular directamente las conexiones auditivas en el oído que van al cerebro). ¿Qué investigaciones se están llevando a cabo sobre la sordera súbita? Se sabe muy poco acerca de las causas de la mayoría de las sorderas súbitas. Los investigadores están considerando diferentes tipos, factores de riesgo y causas, por ejemplo, cómo los cambios en el oído interno, tales como una alteración en el flujo sanguíneo o una inflamación, pueden contribuir a la pérdida de audición. También están probando nuevas formas de utilizar las tecnologías de imágenes para ayudar a diagnosticar la sordera súbita y potencialmente detectar sus causas. Fuente NIDCD National Institute on Deafness and Other Communication Disorders.
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