Según recientes estudios, el sistema vestibular tendría más relevancia de la que se le ha concedido hasta la fecha. Sabemos que es el encargado de regular el equilibrio y el movimiento, pero las últimas investigaciones han identificado una red vestibular cortical mucho más extensa que podría tener una influencia directa sobre las funciones neurocognitivas.
El sistema vestibular se compone de los órganos vestibulares periféricos en el oído interno y extensas proyecciones asociadas del sistema nervioso central. Su formación comienza aproximadamente en la tercera semana de gestación y se diferencia hacia la quinta semana, cuando se desarrollan utrículo, sáculo y canales semicirculares. El sistema empieza a funcionar antes del nacimiento, ya que durante el desarrollo fetal se han registrado respuestas a cambios de orientación y estímulos vestibulares.
Según recientes estudios, esta red vestibular está tan ampliamente extendida que podría influir en múltiples funciones neurocognitivas.
La información vestibular se ha considerado siempre como un input especializado para comportamientos básicos de orientación, como ajustes óculo-motores, control postural y orientación de la mirada. Sin embargo, en las últimas dos décadas, se ha identificado una red vestibular cortical mucho más amplia y generalizada, que va más allá de los circuitos reflejos de bajo nivel enfatizados por trabajos previos.
Según recientes estudios, dado que esta red vestibular está tan ampliamente extendida, podría, en principio, influir en múltiples funciones neurocognitivas.
Estas interacciones cognitivas incluyen la memoria, la atención, las imágenes mentales, la propiocepción e, incluso, la cognición social, es decir, aquellos procesos cognitivos y emocionales mediante los cuales interpretamos, analizamos, recordamos y empleamos la información sobre el mundo social.
Un interesante estudio desarrollado por Russo et al. (2024), relaciona la percepción rítmica vestibular, táctil y somatosensorial con el desarrollo del lenguaje en la infancia. Según los autores, las primeras experiencias rítmicas ocurren ya durante la gestación. De todas las modalidades sensoriales, parece claro que las percepciones táctil, vestibular y somatosensorial juegan un papel crucial en el desarrollo del procesamiento temprano, aunque se ha profundizado muy poco en su influencia en el progreso del lenguaje. Por este motivo, estos investigadores de la Universidad de Padua (Italia) evalúan la influencia de estas habilidades en la adquisición del lenguaje en una muestra de 45 niños con una media de edad de 1,8 años. La primera conclusión a la que llegan es que la percepción vestibular, táctil y somatosensorial experimenta cambios relacionados con la edad y con la estimulación del entorno (cultural). A partir de aquí, se estudia si estas aptitudes tienen alguna influencia en el desarrollo temprano de destrezas fonológicas y prosódicas, cuyas características se examinan registrando los cambios en el diámetro de la pupila ante diferentes tipos de estimulación. Los autores han encontrado una más que probable relación entre el rendimiento en las tareas rítmicas y en las tareas lingüísticas. Además, el estudio aporta evidencias de la relación entre el procesamiento del ritmo y el procesamiento musical y del lenguaje.
En otro estudio publicado en Alpha Psychiatry en 2023 se relaciona también la función vestibular con los «Trastornos Específicos de Aprendizaje», concluyendo que una inadecuada función vestibular se encuentra en el origen de algunos síntomas frecuentemente observados en los niños con este diagnóstico, como la inestabilidad postural, la falta de equilibrio o las alteraciones en la motricidad fina y gruesa.
Revisando la literatura sobre el tema, otros trabajos parecen relacionar la disfunción vestibular con trastornos psiquiátricos y un reciente meta-
análisis destaca la posible existencia de disfunciones vestibulares en niños con discapacidad intelectual, con déficit de atención e hiperactividad (TDAH), trastornos de espectro autista (TEA) y trastornos específicos de aprendizaje. Estudios de imagen realizados en humanos y animales han demostrado que la información vestibular alimenta las redes corticales que sirven a los sistemas viso-espaciales imprescindibles para el procesamiento, la memoria espacial e incluso las destrezas numéricas y que las disfunciones en estas conexiones neuronales podrían estar asociadas a una menor capacidad cognitiva.
La sintomatología de una disfunción vestibular puede tener diversas manifestaciones dependiendo de su etiología, la más característica es el vértigo con o sin nistagmo.
Paralelamente, la relación entre la disfunción vestibular y el deterioro cognitivo también ha sido objeto de estudio en los últimos años. Habilidades como la concentración y la memoria a corto plazo parecen tener relación, según los expertos, con patologías vestibulares de diversos tipos, especialmente en la tercera edad. Además, la vinculación entre la disfunción vestibular y la cognición conduce a nuevas áreas de investigación, dado que aún no está claro cómo se relacionan las disfunciones vestibulares y las disfunciones cognitivas.
Una disfunción en el sistema vestibular tiene un impacto significativo en la calidad de vida. Los estudios epidemiológicos han demostrado que más del 35% de las personas mayores de 40 años han experimentado problemas vestibulares en alguna ocasión.
Aunque los mecanismos exactos que vinculan el sistema vestibular con la cognición siguen siendo, como se ha mencionado, difíciles de describir, los investigadores han identificado varias vías. La disfunción vestibular puede conducir a la degeneración de las regiones de la red vestibular cortical y afectar negativamente a la plasticidad sináptica y la neurogénesis en el hipocampo, lo que en última instancia contribuye a la atrofia neuronal y la muerte celular, generando déficits de memoria y viso-espaciales. Además, el alcance del deterioro cognitivo varía según el tipo específico de enfermedad vestibular.
Así las cosas, parece evidente que el sistema vestibular merece más atención de la que tradicionalmente se le ha concedido, tanto en lo relativo al diagnóstico de sus alteraciones, como a su rehabilitación.
El diagnóstico de las alteraciones vestibulares incluye evaluaciones clínicas y pruebas especializadas, no sin antes realizar una completa anamnesis que debe incluir antecedentes personales y familiares, sintomatología y características de la misma (frecuencia de los episodios, duración y factores desencadenantes).
La sintomatología de una disfunción vestibular puede tener diversas manifestaciones dependiendo de su etiología. La más característica es el vértigo con o sin nistagmo. Se define típicamente como una sensación de movimiento de características rotacionales sostenida, que aumenta con los desplazamientos de la cabeza y asocia movimiento aparente del entorno visual. Los pacientes generalmente prefieren acostarse en la cama con los ojos cerrados. Puede tener un inicio abrupto o gradual, con duración variable de minutos a días, aunque el pico de máxima intensidad ocurre habitualmente dentro de las primeras veinticuatro horas. No suelen existir factores desencadenantes o síntomas que anticipen el cuadro, aunque algunos pacientes con patologías tipo Ménière son capaces de predecir el momento de aparición de las crisis. Esta sintomatología vestibular, por su conexión con el sistema nervioso autónomo, desencadena manifestaciones vegetativas como náuseas, vómitos, sudoración fría, palpitaciones, etc.
Otro de los síntomas propios de la disfunción vestibular es el desequilibrio postural y/o la inestabilidad en la marcha. El paciente sufre una deriva corporal global con tendencia a desplazar el cuerpo hacia el vestíbulo afecto (si es unilateral), con intentos de rectificación hacia el lado sano, tanto estática como dinámicamente. Se produce dificultad o imposibilidad para mantener el centro de gravedad del cuerpo dentro del área de estabilidad con los pies juntos. Sin embargo, puede mantener el equilibrio sentado o ponerse de pie sin ayuda con los pies separados, porque el cerebro aún puede utilizar la información visual y somatosensorial. Este desequilibrio es intenso en los primeros momentos y se corrige posteriormente, bien por recuperación del daño o por compensación central.
Asimismo, pueden presentarse síntomas perceptivos, como ilusiones de frenada o aceleración, o síndrome de desembarco.
Al margen de las exploraciones físicas pertinentes, es conveniente realizar pruebas de imagen, como la Resonancia Magnética o la Tomografía Axial Computerizada (TAC), y un estudio auditivo completo, para proceder a continuación a la evaluación específica de la función vestibular, realizando diferentes pruebas:
a) Pruebas físicas, para valorar la estabilidad del paciente: Test de Romberg, Test de los índices de Barany, Test de marcha simulada, etc.
b) Pruebas oculomotoras, como la Electronistagmografía (ENG), la Videonistagmografía (VNG) o el test de agitación cefálica, para medir los movimientos oculares involuntarios en respuesta a la estimulación vestibular.
c) Pruebas en sillón rotatorio.
d) Pruebas calóricas, que consisten en introducir aire o agua a diferentes temperaturas en el conducto auditivo para estimular el oído interno y medir la respuesta en movimientos oculares.
d) Pruebas de posturografía dinámica computerizada, que evalúa la capacidad para mantener el equilibrio en diferentes condiciones (desplazamiento del fondo, movimiento de la base de apoyo, etc.).
e) Pruebas electrofisiológicas: VEMP (Potenciales Evocados Miogénicos Vestibulares), cuyo objetivo es evaluar y medir la función de los músculos y nervios relacionados con el equilibrio mediante respuestas musculares a los estímulos sonoros.
Habilidades como la concentración y la memoria a corto plazo parecen tener relación con patologías vestibulares de diversos tipos, especialmente en la tercera edad.
Dada la relación descrita en estos estudios entre el sistema vestibular y ciertas habilidades cognitivas, la detección de una disfunción vestibular debe conducir necesariamente a trabajar en su tratamiento y rehabilitación, con el doble objetivo de minimizar su sintomatología y reducir al máximo sus efectos colaterales en determinadas destrezas cognitivas.
Generalmente, la rehabilitación vestibular consta de una serie de ejercicios que deben realizarse en la clínica, con supervisión por parte del terapeuta, y completarse en casa, bajo la vigilancia de familiares o cuidadores en el caso de los niños o de pacientes de la tercera edad. La mayor parte de los especialistas recomiendan en los niños una rehabilitación activa que permita al sistema nervioso central obtener claves sensoriomotoras normales para regular la función vestibular y facilitar la plasticidad neural. Algunos ejemplos de estos ejercicios podrían ser caminar o rebotar sobre una pelota mientras se está sentado, bailar, caminar sobre piezas separadas (como cruzando un río), correr sorteando obstáculos, atravesar un «túnel» arrastrando el cuerpo o caminar sobre una barra de equilibrio. Todos estos ejercicios implican cierto riesgo de caídas en niños con un sistema vestibular disfuncional, por lo que el terapeuta deberá primero ejercitar reflejos de protección y reacciones anticipatorias. Esto puede practicarse, por ejemplo, haciendo al niño sentarse en una pelota y empujando la pelota para provocar una pérdida de equilibrio y una corrección de la postura.
De este modo, aunque el input del sistema vestibular no sea el adecuado, las percepciones somatosensoriales y las reacciones reflejas en situaciones predecibles pueden compensar y reducir el riesgo de caídas.
En lo relativo a la tercera edad, un estudio publicado por Ribeiro et al. (2023), arroja resultados que asocian mejoría en algunas habilidades cognitivas, e incluso en ciertos síntomas emocionales y depresivos, en pacientes que realizan rehabilitación vestibular. La particularidad de la rehabilitación en este grupo de edad es que se focaliza especialmente en evitar el riesgo de caídas, que constituye una de las mayores preocupaciones en esta población.
La rehabilitación vestibular consta de una serie de ejercicios que deben realizarse en la clínica, con la supervisión del terapeuta, y en casa, con la vigilancia de familiares o cuidadores.
Por lo demás, y considerando que los ejercicios deben ser más pausados que en los niños, las actividades de rehabilitación se programan con vistas a mejorar el equilibrio y la estabilidad, reducir la sintomatología vegetativa y aumentar la confianza en las actividades cotidianas y la coordinación en general. De este modo, ejercitar la fijación de la mirada en un punto cuando el cuerpo está en movimiento, caminar en diferentes superficies o realizar giros y cambios de dirección de la marcha, junto con una gran variedad de ejercicios que pueden programarse por ordenador, pueden contribuir a mejorar sensiblemente la función vestibular.
Como se ha comentado en el presente artículo, numerosos artículos publicados en la última década parecen reforzar la hipótesis del vínculo existente entre la función vestibular y la función cognitiva. Los mecanismos concretos de esta conexión aún deben ser estudiados en profundidad en el futuro. Lo que sí parece claro es que las implicaciones del sistema vestibular en las destrezas cognitivas son mayores de las que se le atribuían hace tan solo unas décadas y por tanto, su estudio, diagnóstico y rehabilitación debe ocupar un lugar preferente.
Bibliografía:
DEMIR, I., CENGIZ, D. U., DEMIR, A. Ç., ÇOLAK, S. C., BIRISIK, S. D., & ÖZCAN, Ö. Ö. (2023). Vestibular Evaluation of Children Diagnosed with Specific Learning Disorder. Alpha Psychiatry, 24(5), 211.
GONZALEZ-SANCHEZ, Myriam et al. (2021). Síntomas y signos de la hipofunción vestibular unilateral y bilateral. Rev. ORL [online]. 2020, vol.11, n.1 [citado 2024-05-05], pp.7-17. Disponible:<http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S244479862020000100002&lng=es&nrm=iso>. ISSN 2444-7986. https://dx.doi.org/10.14201/orl.21625.
GUO, J., WANG, J., LIANG, P., TIAN, E., LIU, D., GUO, Z., … & ZHANG, S. (2024). Vestibular dysfunction leads.
CV Autor
Licenciada en Pedagogía y Máster de Logopedia.
Técnico Superior en Audiología Protésica.
Especializada en Audiología Infantil y Evaluación de los trastornos del PAC en RV Alfa Centros Auditivos.
Docente en el Máster de Audiología de la Universidad Europea Miguel de Cervantes