El sistema auditivo se desarrolla a lo largo de los primeros años y a ello contribuye la correcta percepción de los sonidos del entorno. Cuando algún problema en el oído externo o medio dificulta la audición, estamos ante una hipoacusia conductiva que, si no se trata, podría tener consecuencias a largo plazo.
Cuando hablamos de pérdida auditiva, los calificativos «leve», o incluso «moderada», implican frecuentemente la connotación de que «no hay que alarmarse» o de que, en realidad, se trata de una condición que no tendrá demasiadas consecuencias y por tanto, no es preciso realizar ninguna intervención.
Muchas de estas hipoacusias se identifican en edad escolar y los retrasos en el lenguaje, en el aprendizaje o en el procesamiento auditivo pueden ser menos llamativos que los de otros niños con grados más severos de pérdida auditiva, pero no por eso son menos importantes.
El objetivo de este artículo es por tanto detallar el impacto que estas pérdidas conductivas de grado «leve» o «moderado» pueden tener en el desarrollo del sistema auditivo.
La maduración de nuestro sistema auditivo ocurre desde la periferia hasta la corteza, por lo que estructuras como la cóclea están esencialmente desarrolladas al quinto mes de gestación, mientras que las estructuras corticales continúan su desarrollo en el período posnatal (Whitelaw&Yuskow en Parthasaraty, 2005).
Mientras nuestro sistema auditivo periférico recibe y analiza las ondas sonoras emitidas por las vibraciones en el entorno, nuestro sistema auditivo central y el cerebro analizan la respuesta interna al estímulo acústico, desencadenando una respuesta.
La actividad auditiva juega un papel fundamental en el desarrollo del sistema auditivo. Una hipoacusia de conducción puede provocar una disminución de esta actividad, lo que puede conducir a dificultades de percepción a largo plazo.
Las hipoacusias conductivas se caracterizan por una reducción de la eficiencia en la transmisión del sonido desde el oído externo, a través del oído medio, y habitualmente implican una reducción de la intensidad a la que se percibe el sonido e incluso de la capacidad para escuchar sonidos suaves.
En este sentido, la otitis media requiere especial atención. Se define como una inflamación del oído medio y, a menudo, se asocia con un incremento en el volumen de fluido infectado. Puede tener diversas causas, como una infección (vírica o bacteriana), una disfunción de la trompa de Eustaquio, una deficiencia en el sistema inmunológico, infecciones de las vías respiratorias altas o incluso, problemas ambientales o sociales. Con frecuencia es asintomática.
Dicha inflamación es muy común en la primera infancia y su prevalencia suele disminuir con la edad. Aproximadamente dos tercios de los niños tienen al menos un episodio de otitis media secretora entre uno y cinco años de edad. Es tan común en los niños pequeños por la horizontalidad de la trompa de Eustaquio, que favorece episodios recurrentes de otitis media.
Varias investigaciones han demostrado que esta privación sensorial, mantenida a veces durante períodos largos de tiempo –meses, incluso años-, puede provocar cambios irreversibles en la anatomía y en la integridad funcional de las estructuras del sistema auditivo central, como por ejemplo cambios en el tamaño de las dendritas de las neuronas del núcleo subcortical o disrupciones en las sinapsis a nivel de la corteza auditiva.
Muchos estudios sobre los efectos de las hipoacusias conductivas se han centrado en las neuronas de las áreas superiores, como las del colículo inferior o las del córtex auditivo (Wang et al., 2002; Xu et al., 2007; Popescu and Polley, 2010, etc.). Sin embargo, es importante entender también los efectos que se producen en partes más periféricas de la vía auditiva, porque afectan a la forma en que se transporta la información a áreas más altas de la vía para su procesamiento y localización.
Un estudio realizado en ratones por Zhuang, Sun y Xu-Friedman (2016), demuestra que, generando una hipoacusia conductiva mediante la oclusión del CAE, se producen sinapsis en las áreas más periféricas de la vía auditiva que modifican sus propiedades, disminuyendo en tamaño y aumentando la probabilidad de liberar neurotransmisores. Esto hace que las sinapsis se agoten más rápido, lo que reduce la fidelidad con la que la información llega a los núcleos centrales del nervio auditivo, afectando, por tanto, a la percepción.
Estos cambios que se observan en las primeras áreas de la vía auditiva, podrían tener importantes consecuencias en el desarrollo del sistema auditivo y concretamente, en las diferentes habilidades de procesamiento, especialmente si la pérdida auditiva se corrige, pero las sinapsis no lo hacen.
En este sentido, es importante recordar que, como se ha mencionado anteriormente, muchas de estas pérdidas auditivas se detectan en edad escolar, esto es, en pleno proceso de maduración de las habilidades de procesamiento auditivo.
El estudio de Whitelaw y Yuskow en Parthasaraty (2005) señala la edad aproximada en la que maduran las diferentes habilidades de procesamiento auditivo:
a) Localización de sonidos: aparece después del nacimiento, no en forma precisa, y sigue desarrollándose hasta los 5 años.
b) Desempeño auditivo en presencia de señal competitiva: madura alrededor de los 10-11 años.
c) Procesamiento temporal: madura entre los 10 y los 12 años.
d) Discriminación auditiva: está presente desde el nacimiento, pero mejora hasta los 8 años.
e) Audición dicótica (procesamiento simultáneo de señales diferentes que proceden de los dos oídos): madura en la adolescencia, pero entre los 9 y los 10 años se observan progresos.
f) Interacción biaural: se observan progresos a los 6-8 años, pero dependerá de la tarea a realizar.
Cabe por tanto concluir que las hipoacusias conductivas no son una condición pasajera sin importancia (especialmente si se mantienen en el tiempo o se presentan en episodios recurrentes en edad escolar) y pueden tener consecuencias relevantes en la maduración del sistema auditivo y en el desarrollo de las habilidades de procesamiento.
BIOGRAFÍA:
• Clifton T., Furukawa,MD.Conductive Hearing Loss and Speech Development. Journal of Allergy, Clinic and Immunology. Mayo, 1988.
• Harold C. (2003). Conductive Hearing Loss and Learning Disabilities in Children. Asian Journal f Surgery. Julio, 2004.
• Madell, J. y Flexer, C. (2013). Pediatric Audiology. Diagnosis, Technology and Treatment. Second Edition. Thieme Medical Publishers.
• Balen et al (2008) Temporal Resolution in Children: Comparing Normal Hearing, Conductive Hearing Loss and Auditory Processing Disorders. Brazilian Journal of Otorhinolaringology, 2009.
• Borges, L. et al. (2013). (Central) Auditory Processing. The Impact of Otitis Media. Clinics, 2013.
Autora
MYRIAM GONZALEZ
Audióloga y audioprotesista
Licenciada en Pedagogía y Máster de Logopedia.
Técnico Superior en Audiología Protésica.
Especializada en Audiología Infantil y Evaluación de los trastornos del procesamiento auditivo central.