La aparición del motor de combustión interna en el siglo XIX marcó un incremento muy significativo de la exposición al ruido dentro de las ciudades.
El ruido ha convivido con la Humanidad desde sus orígenes. En realidad, el silencio no existe, sino la incapacidad de escuchar infinidad de sonidos que están fuera de nuestro rango auditivo. Sin embargo, la preocupación por la exposición al ruido y sus efectos sobre las personas podemos afirmar que es muy reciente.
Hasta la segunda mitad del Siglo XVIII, la Humanidad vivía en una relativa paz acústica. Pero, al llegar la Primera Revolución Industrial, iniciada en Gran Bretaña y extendida por Europa Occidental y América, pasamos de una economía eminentemente rural, basada en la agricultura, ganadería, oficios ancestrales y comercio, a una transformación productiva, aflorando grandes núcleos urbanos y despoblando el campo en busca de las oportunidades que la industria manufacturera ofrecía. En poco tiempo, la producción y la renta per cápita se multiplicaron y, con ellas, el ruido.
La introducción en 1769 de la máquina de vapor de James Watt en la industria, fue la base y el impulso de la gran Revolución, precursora del desarrollo de barcos y ferrocarriles por combustión de carbón, de la transición de una economía agrícola a industrial, y del crecimiento desmedido de la población en las ciudades. La aparición del motor de combustión interna en el siglo XIX, fue uno de los detonantes de la Segunda Revolución Industrial y marcó un incremento muy significativo en la exposición al ruido dentro de las ciudades. Se hacía necesario medir dichos niveles por lo que en 1830 nace el sonómetro, primer aparato de medida del sonido en decibelios, en honor a Alexander Graham Bell, y junto a él, aparece la figura del experto en acústica y se crea la Comisión de Reducción del Ruido.
Fue en plena Revolución Industrial, cuando The New York Times advirtió en su editorial de la urgente necesidad de reducir el ruido en las ciudades más pobladas de Estados Unidos. Poco después, en 1906, la doctora Julia Barnett Rice recogió el testigo y fundó la Sociedad para la Supresión del Ruido Innecesario, en colaboración con célebres personalidades del momento, como el escritor Mark Twain o el científico Thomas Edison. Esta Sociedad fue la precursora de medidas de control y reducción de ruido de alta intensidad.
A día de hoy, el ruido es considerado como uno de los principales contaminantes del mundo moderno, invisible y letal, no en vano, provoca en torno a 12000 muertes prematuras anuales en Europa y otras tantas enfermedades crónicas, según la Agencia Europea del Medio Ambiente. A pesar de que fue el propio desarrollo tecnológico e industrial quien instaló el ruido en las urbes, estas no lo aceptan como una consecuencia «natural» y demandan controlarlo, regularlo y establecer sanciones contra quienes superen ciertos niveles establecidos. Desde 1930 con la publicación de «City Noise», un detallado estudio sobre el ruido y su repercusión en la salud, se pusieron en marcha las primeras medidas para paliarlo en las ciudades.