Faq’s #26
El enmascaramiento es un procedimiento necesario en la evaluación audiológica. La fiabilidad en su aplicación es fundamental pues de ello depende que los resultados de la audiometría reflejen la función auditiva real de cada oído. En base a los datos obtenidos se seleccionarán y programarán los audífonos y se gestionarán las expectativas con relación al pronóstico. Sin embargo, «de todos los procedimientos clínicos utilizados en la evaluación auditiva, el enmascaramiento es quizá el menos entendido y el peor utilizado» (Angulo y Roselló 2017), siendo el procedimiento que más inseguridad genera en los audiólogos neófitos.
En esta ocasión no se hablará de protocolos de enmascaramiento en detalle. Hay documentación extensa sobre el tema. Nos centraremos en la revisión de un efecto que debe ser tenido en cuenta y condicionará el proceso de masking: el efecto de oclusión.
Los niveles de sensibilidad auditiva obtenidos a través de conducción ósea proporcionan información sobre el tipo de pérdida auditiva. Esta información no solo es relevante para el diagnóstico del ORL, sino que también influirá en la toma de decisiones del audioprotesista y determinará la selección y prescripción de ganancia de los audífonos.
Para conseguir umbrales precisos y reales por vía ósea, el efecto de oclusión debe ser tenido en cuenta cuando es necesario aplicar enmascaramiento para obtener umbrales reales.
No obstante, a todos los efectos, Novick (2006) considera que deben obtenerse umbrales desenmascarados, tanto para la conducción aérea como para la conducción ósea, antes de aplicar enmascaramiento para la obtención de umbrales reales.
El «efecto de oclusión» se describe como un aumento del volumen del sonido que llega a la cóclea en un oído por transmisión ósea cuando el conducto auditivo externo de dicho oído es ocluido al utilizar auriculares supraurales o de inserción para enmascararlo. Los estudios concluyen que esta oclusión, mejora los umbrales por vía ósea de dicho oído, lo que generará un registro no real.
La mejora del umbral promedio causada por la oclusión fluctúa entre 10 y 20 dB (Vento & Durrant, 2009). Al utilizar auriculares para transmitir el sonido enmascarante, la energía sonora que normalmente escaparía a través del canal auditivo queda atrapada y se transmite hacia el oído interno. Esto aumenta la intensidad de la señal, lo que conlleva la aparición de un umbral más sensible y no real. El efecto en los umbrales varía en función de la frecuencia. La mayor oclusión ocurre en frecuencias bajas y su efecto disminuye a medida que aumenta la frecuencia del sonido (Margolis y Moore, 2011).
Los valores reales del efecto de oclusión también varían dependiendo del tipo de transductor utilizado en el enmascaramiento. Los auriculares supraurales producen mayores efectos de oclusión en comparación con los auriculares de inserción. Esto se debe a que con los auriculares supraurales aumenta el área de contacto entre la cabeza y el transductor.
La vibración de las áreas óseas y cartilaginosas del meato externo, la del cartílago del pabellón y las vibraciones que llegan desde el lateral de la cabeza se canalizan hacia el interior del CAE, a la membrana timpánica, generando una mejora de los umbrales. Con auriculares de inserción, solo la parte medial de las vibraciones se canaliza hacia el tímpano.
Los niveles de sensibilidad auditiva obtenidos a través de conducción ósea proporcionan información sobre el tipo de pérdida auditiva relevante para que el audioprotesista determine la selección y prescripción de ganancia de los audífonos.
En consecuencia, para compensar el efecto de oclusión es necesario aumentar los niveles iniciales de masking aplicados en el oído a enmascarar. Este incremento dependerá del transductor utilizado.
Si la técnica utilizada es la meseta y se utilizan auriculares supraurales, Yacullo et al. recomiendan un aumento de los niveles de masking iniciales de 30 dB en 250 Hz, 20 dB en 500 Hz y 10 dB en 1000 Hz. Para la misma técnica de enmascaramiento, si se utilizan auriculares de inserción, el incremento recomendado es menor: 10 dB en 250 Hz y ningún incremento en el resto de las frecuencias. En todos los casos, el incremento recomendado se suma al masking inicial de + 10 dB que establece la técnica de meseta.
Con relación al uso de auriculares de inserción, cabe destacar cómo la profundidad de la inserción modifica el efecto de oclusión, lo que tiene implicaciones clínicas en términos de la cantidad de ruido de enmascaramiento que se requiere.
El efecto es más prevalente y, por ende, será necesaria mayor corrección, cuando la inserción es poco profunda. Una inserción superficial puede provocar fugas del sonido fuera del oído, elevando así los umbrales, pues se necesita un tono más alto para producir una respuesta. Si la inserción es profunda, los valores para del efecto de oclusión son muy pequeños (Turner, 2004, 44). Para evitar esta variabilidad, se recomienda la inserción profunda y la aplicación de la corrección prescrita unas líneas más arriba.
La fiabilidad de los estudios audiológicos debe ser máxima dados los efectos negativos que puede producir una audiometría inexacta en el diagnóstico y la rehabilitación de la hipoacusia.
La corrección recomendada para ambos transductores es aplicable si el método de masking utilizado es la meseta. Los estudios advierten de que, para otros métodos, estos valores pueden ser insuficientes al aplicar por término medio niveles de masking inferiores a los aplicados con la técnica de la meseta. Novick sugiere en estos casos, establecer un nivel de corrección en el nivel de enmascaramiento inicial de, al menos, 30 dB sobre umbral en las frecuencias 250, 500 y 1000 Hz, para compensar el efecto de oclusión.
Finalmente es importante analizar qué ocurre con el efecto de oclusión si el oído a enmascarar presenta un componente conductivo significativo. Para que el efecto de oclusión se produzca, la energía adicional que genera el contacto con los transductores debe pasar a través de la membrana timpánica y el oído medio. Si existe una pérdida conductiva significativa, el efecto de oclusión disminuye o desaparece. Por lo tanto, cuando el enmascaramiento se está realizando en un oído con pérdida conductiva, si el gap es igual o mayor que el valor del efecto de oclusión de acuerdo con el transductor utilizado, no será necesario incrementar el nivel inicial de masking al no producirse el efecto de oclusión.
La fiabilidad de los estudios audiológicos debe ser máxima dados los efectos negativos que puede producir una audiometría inexacta en el diagnóstico y la rehabilitación de la hipoacusia. El efecto de oclusión es un fenómeno que debe tenerse en cuenta en el proceso de enmascaramiento de la vía ósea para conseguir una medición real de estos umbrales.
Bibliografía:
Angulo et al. Audiología: Teoría y Práctica, 2017. Egea ediciones.
Katz et al. Handbook of Clinical Audiology, 2014. Wolters Kluwer.
CV Autor
Audióloga / Audioprotesista
Diplomada en Logopedia.
Habilitación Tinnitus & Hyperacusis Therapy MC.
Experta en Acúfenos e Hiperacusia, tratamiento TRT, Audiología Infantil y Tercera Edad en RV Alfa Centros Auditivos.
Docente en el Máster de Audiología de la Universidad Europea Miguel de Cervantes.